Así no funcionan las cosas

Hannibal es una obra maestra de la comunicación audiovisual del siglo XXI y decir esto de un concepto tan joven y con antecedentes tan pesados como los de los libros y las películas sobre ese personaje, no es cualquier cosa.

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Yo ya casi no escribo de finales de temporada. ¿Por qué? Porque hay tantos programas y tantas series tan buenas que se manejan a través de este mecanismo de programación, que jamás acabaría de mencionárselos.

Solo lo hago cuando, de plano, se trata de producciones verdaderamente importantes como la que le quiero recomendar hoy: Hannibal.

Esta noche, a las 22:00, por AXN, se va a transmitir el final de la primera temporada de esta joya y si usted se lo pierde es porque, de plano, no ama la televisión, merece que lo nutran Laura Bozzo, Extra normal y La sexy vaguita.

Hannibal es una obra maestra de la comunicación audiovisual del siglo XXI y decir esto de un concepto tan joven y con antecedentes tan pesados como los de los libros y las películas sobre ese personaje, no es cualquier cosa.

Se nota que sus creadores se tomaron la molestia de ir más allá de cualquier cosa, que sus actores se preocuparon por darle vida a personajes como jamás habíamos visto y que todos los involucrados en la producción de este proyecto dieron no el cien, el mil por ciento.

Ver Hannibal es reconciliarse con la televisión, recuperar la esperanza en el futuro del entretenimiento. Es una serie digna de cualquier canal premium, pero que nos llegar por sistema básico. Hay que verla.

Por si usted no tiene ni la más remota idea de lo que le estoy escribiendo, Hannibal es una precuela de las películas de Hannibal Lecter, el famosísimo asesino caníbal de películas como El silencio de los inocentes, pero en serie, pero en serio.

Y hoy vamos a ver algo que nos conmoverá, que nos enloquecerá. Se lo juro.
desafío alaska

Si algo tienen nuestros monitores son magníficos programas que combinan lo inteligente con lo frívolo, lo documental con el espectáculo, el reality show con la creación de personajes.
Uno de ellos, y de los mejores, es Desafío Alaska, que desde la semana pasada se transmite los jueves a las 22:00 por NatGeo.

¿Qué es? El seguimiento real a un grupo de exploradores que deben recorrer, a pie, diferentes puntos de Alaska hasta completar un circuito de cientos de kilómetros.

¿Y? ¿Qué tiene esto de emocionante? Todo. A lo largo de su recorrido, estos señores viven las aventuras más extremas que usted se pueda imaginar, desde enfrentamientos con osos hasta el cruce de ríos helados pasando por la nieve, el bosque y las heridas.

¿Cuál es la gracia de este show? Que mientras lo vemos, aprendemos del estado de Alaska, de la naturaleza, de la supervivencia humana y de muchas cuestiones más.

Lo que pasa es que este concepto está tan bien planteado que ni lo sentimos y de eso se trata en la nueva televisión inteligente, independientemente de que cuando uno mira a esos señores sale de su realidad, vive otra clase de experiencias, crece.

Yo respeto mucho Desafío Alaska porque me emociona, porque me permite convivir con mi familia, porque reconozco la complejidad de su producción y porque va a los orígenes de la marca National Geographic.
Resulta que lo que estos señores están haciendo es lo que hacían los primeros exploradores de National Geographic. Dígame si no es una estrategia de mercadotecnia fenomenal. Dígame si no es el mejor de los homenajes. Véalo.

ESTIlO DF

Necesito su ayuda: no puedo con la nueva temporada de EstiloDF del canal E! porque eso ya no es EstiloDF, es el programa de Eugenia Debayle, y EstiloDF no era el programa de Eugenia Debayle, era el programa de María Inés Guerra.

Nada que ver entre la obviedad comercial, la agresividad y la cuestión de clase de la señora Debayle y la sutileza, la dulzura y la sencillez de María Inés.

¿Y por qué tendría que ser esto un problema? Porque es un tema de identidad.

Estamos en 2013. Hoy, la gente, más que seguir canales, más que seguir programas, sigue personajes, sigue personalidades.

Usted, por ejemplo, no puede hacer Hell’s Kitchen con Gordon Ramsey y a la temporada siguiente hacer Hell’s Kitchen con Alfredo Oropeza.

¡No! Así no funcionan las cosas. Hubieran cancelado EstiloDF y hubieran inventado otro proyecto para Eugenia Debayle.

Esto se percibe como una traición, pero no solo para la conductora original, para el público y los anunciantes.

Y si hubo broncas con María Inés, pues peor tantito. Eso significa que las cabezas de EstiloDF no saben tomar decisiones.

¿Sí se da cuenta de todo lo que sale cuando se parte del supuesto de que las audiencias se tragan cualquier cambio? 

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