Autos, vialidad y calidad del aire

El deterioro de la calidad del aire puede tener graves efectos en la salud de las personas que comparten el espacio urbano afectado.

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Varias personas me han preguntado por qué ya no toco el tema vial en mis artículos y lo cierto es que, aunque no explícitamente, cada semana este aspecto está contenido en todo lo relacionado con el desarrollo urbano y la conectividad en la ciudad y su zona metropolitana; aunque es preocupante el número de accidentes mortales en los primeros días del año. 

En relación con el permanente crecimiento del parque vehicular, un tema que me preocupa seriamente desde hace más de 25 años, cuando propuse por primera vez la instalación de una red de monitoreo motivado por el impacto negativo de las emisiones de la siderúrgica, es la calidad del aire que respiramos en puntos críticos de la ciudad, en nuestro caso casi en su totalidad debida al hacinamiento de automotores sin el mantenimiento adecuado.

El deterioro de la calidad del aire puede tener graves efectos en la salud de las personas que comparten el espacio urbano afectado, relacionándose principalmente con enfermedades cardiovasculares, un aumento importante en la incidencia de casos de asma e infecciones respiratorias y, en algunos casos, cuando la exposición es continua a niveles críticos, de ciertos tipos de cáncer.

Según la Organización Mundial de la Salud, en nuestro país ocurren cada año del orden de 10,000 muertes por causas asociadas con la contaminación del aire, provenientes especialmente de las emisiones de los vehículos automotores, cuyo mantenimiento en México es altamente ineficiente, lo que significa que consumen mayores cantidades de combustible y emiten a la atmósfera volúmenes cada vez mayores de contaminantes dañinos para la salud e inductores del cambio climático.

Recuerdo que hace ya más de 30 años el entonces director de Calidad del Aire de la Secretaría de Ecología me invitó a mediodía a subir a la parte más alta del hotel Mérida, pudiendo observar la nube de contaminantes que reposaba sobre nuestro Centro Histórico, que por la tarde con la brisa de disipaba, volviendo al día siguiente; me comentó que si colocábamos una estación de monitoreo en la esquina de la 58 y la 61, seguramente prohibiríamos a ciertas horas la presencia de peatones.

Si así estábamos hace más de un cuarto de siglo, ¿cómo estaremos hoy? Hay que enterarnos para mejorar.

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