¡Ay, güey!, diría Cuarón

Fue de tales dimensiones la aparición del secretario de Gobernación en Michoacán que cualquiera diría que le iban a dar el Balón de Oro a él y no a Cristiano Ronaldo.

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Fue de tales dimensiones la aparición del secretario de Gobernación en Michoacán —adonde se apersonó para poner un alto a la violencia y la inseguridad que, según Fausto Vallejo, eran producto de las alucinaciones nerviosas de los sospechosistas que han visto con sospecha sus regreso—, que cualquiera diría que le iban a dar el Balón de Oro a él y no a Cristiano Ronaldo.

Y se lo hubiera merecido, pues con los goles que les metió a panistas y perredistas en la cancha nada neutral del Pacto por México, allí donde la oposición demostró que jugaba peor que los Pumas y que lo suyo, lo suyo, lo suyito de ellos es el clásico pasesito a la red en portería propia, aunque fuera vituperio. Con la cantidad de golizas que le aplicaron a panistas y perredistas, convirtiéndolos en víctimas triunfantes de su inexistente catenaccio, Osorio

Chong se merecía al menos una cuauhtemiña de asbesto. De hecho si PAN y PRD entraran a la Liga MX, de inmediato los mandaban a la octava división por maletas. Entre chuchos, maderistas y corderistas no se sabe quién ganaría el premio Ángel Aguirre al Estadista del Año, pues lleva más secretarios de Seguridad que burros ha habido en La Roqueta. 

Como sea, hay que hacer notar que al gobierno federal le tomó un año para descubrir que algo estaba podrido en la Dinamarca purépecha, porque tenía que trabajar para la tribuna hambrienta de invertir en Pemex, cobrar más impuestos e incentivar al capitalismo salvaje. Había que tomar en cuenta las urgencias por sacar de manera pronta y expedita las reformas peñistas, y  era lógico que dejaran de lado las herencias de la narcoguerra jelipista.

Además, con el triunfo de Alfonso Cuarón en los Golden Globes con una película como Gravity, donde todo está al revés, se podría decir que las historias de Los caballeros templarios, autodefensas, la proliferación del secuestro, la hiperviolencia, la extorsión y la abulia institucional, en realidad son un gran homenaje a la obra del cineasta que centró su película en lo que viene siendo la teoría del caos. Es decir, Michoacán en el espacio.

Ya lo único que se les pide a quienes aún dan vueltas en el Ángel para celebrar a Cuarón, es que mejor se vayan a calmar las cosas a Nueva Italia, donde seguro irá a recalar el primer ministro italiano que ha pasado saludar a Los Pinos. Todo mientras Vallejo, obligado a despachar en Apatzingán, llora como Cristiano Ronaldo. ¡Ay, güey!, dicen los michoacanos como diría Cuarón. 

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