Poco parece haber durado el gusto -para muchos meridanos- de ver a los regidores de distintos partidos políticos que conforman el Cabildo de nuestra ciudad capital con la disposición necesaria para sumar sus talentos en beneficio de todos.

En las primeras sesiones, todos ellos estuvieron participando con la consigna de sumarse al trabajo y, en más de una ocasión, manifestando públicamente su compromiso de anteponer el interés de Mérida al de cualquier partido. El resultado visible: varias votaciones unánimes.

Casi tres meses se requirieron para que esto cambiara. Independientemente del asunto, se sucedieron las diferencias a partir de una serie de citatorios a exfuncionarios, siguiendo con el tema de la basura (que inicialmente pasó por unanimidad), después fue el nombramiento del responsable del Instituto de la Juventud, hasta llegar al préstamo del Ayuntamiento.

La motivación no queda del todo clara. Unos aducen falta de información y los otros, que el cambio de la forma de actuar obedece a tratar de encubrir la presunción de malos manejos administrativos de la pasada gestión municipal, para lo cual se está llamando a comparecer a diversos personajes.

Llaman la atención dos asuntos que pudieran dar indicio de lo que está pasando: que quienes piden información lo hacen después de haber votado y que los que han sido invitados a comparecer (sin ser acusados –todavía– de nada) hablen a través de sus abogados.

Lo que es un hecho en política es que quienes participan en ella, más que buscar el acuerdo (cualidad esencial de la política), encuentran con mucha facilidad la ocasión para el enfrentamiento obedeciendo más a sus bajos instintos, que a la razón y al compromiso público asumido.