Baños de pureza

Resulta todavía común y reiterativo que cuando se acercan los tiempos electorales todos los partidos políticos se esmeren en presentar un proyecto para combatir, 'esta vez sí'.

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Una de las primicias, o quizá desventajas, de la alternancia es el derrumbe de los mitos que se formaron en torno al ejercicio del poder con el sistema del partido único, “casi único” o dominante, tanto sobre sus fortalezas como de sus debilidades; sus escasas virtudes y sus constatables defectos.

Así pudimos verificar que las deficiencias, comunes a todos los sistemas políticos y electorales, típicos de la democracia representativa, lo mismo que las lacras que han asolado desde el principio de la historia a los pueblos y que son producto del comportamiento erróneo de quienes ejercen el poder, como el nepotismo y la corrupción, que con ingenuidad se pensaba que eran patrimonio exclusivo del PRI, pueden ser, y son, compartidos por los funcionarios del PAN, el PRD, y de todos los demás partidos.

Desde el “toallagate” de Fox  y familia hasta el magno fraude de la línea 12 del Metro, con Ebrard y el PRD, hemos ido constatando que la corrupción, no es un comportamiento exclusivo de algún partido y que para combatirla lo que se requiere, más que voluntad, es dotar a la ciudadanía de los elementos necesarios para ponerle límites a la capacidad discrecional de los gobernantes para ejercer la inversión y el gasto públicos, así como para exigirles transparencia.

No obstante, a pesar de la experiencia acumulada, resulta todavía común, cíclico y reiterativo que cuando se acercan los tiempos electorales todos, o casi todos, los partidos políticos, a pesar de sus borrosos antecedentes en este sentido, se esmeren en presentar un proyecto para combatir, “esta vez sí” y “de una vez por todas”, la corrupción, en una suerte de “baños de pureza” públicos. Inútil aplicar aquí la conseja de que “A los arrepentidos quiere Dios”, porque más que un reconocimiento de culpa, se trata de adjudicarle la culpa a los demás.

Ello preferentemente acompañado de denuncias, generalmente falseadas, que una vez constatado el daño, o el beneficio, electoral causado, u obtenido, son relegadas para dormir el sueño de los justos: es la “guerra sucia”, una estrategia electoral perfeccionada por afamados y costosísimos diletantes españoles.

Aunque la corrupción es antigua, la forma que adquiere va tomando características más sofisticadas para ir sorteando los controles que la sociedad va creando para impedirla, como lo es la reglamentación de las licitaciones que hoy día resulta un juego de niños burlarla ¡con la connivencia de los empresarios que suelen participar en ellas!

Sin embargo, junto a las formas burdas de corrupción, como la del hermano de Aguirre, ex gobernador de Guerrero por el PRD, que simplemente pasaba los fondos públicos a sus cuentas personales, coexisten otras más elaboradas, como la perpetrada por el Ayuntamiento de Mérida donde utilizaron fondos, destinados al combate a la pobreza, para la construcción de infraestructura carretera que genere plusvalía a los terrenos de un pariente cercano del alcalde.

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