Las barbas del vecino

Presumimos orgullosos de las artesanías de nuestras regiones, pero nos quejamos de que los artesanos son pobres y están mugrosos. Nuestro comportamiento diario nos delata.

|
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

Hay cosas que lo hacen a uno perder la fe en la humanidad. Siempre hemos sabido que Donald Trump es un tipo arrogante y bastante antipático. Ahora, como precandidato, tiene toda la atención que siempre ha buscado. Se ha dedicado a hacer una campaña de odio y enfrentamiento, seguramente usted ha escuchado las declaraciones que dio diciendo que los mexicanos que van son ladrones y violadores, o que quiere obligar a todas las personas musulmanas a que usen un distintivo. ¿Le recuerda a algo?

Dicen que el que no conoce su historia está destinado a repetirla. Por eso, cuando se liberaron los campos de concentración de Auschwitz se tomaron miles de imágenes y se difundieron por doquier, para que nunca se nos olvide lo que podemos llegar a hacer a causa del odio. Aunque la comparación Trump-Hitler debe hacerse con su marcada reserva, es un hecho que ya se han presentado acciones violentas en los mítines del primero o a causa de sus discursos: sus seguidores han golpeado a personas negras o que parecen musulmanas o hispanas. Dos jóvenes de Boston vieron a un indigente que les pareció mexicano y lo golpearon hasta romperle la nariz, lo orinaron y lo humillaron. Todo en honor a Trump.

Sin duda, sus declaraciones sólo demuestran su ignorancia, pero lo más increíble es la cantidad de gente que piensa igual que él. En el país donde todos alcanzan el sueño, que ha crecido gracias a migrantes de todo el mundo, con la mayor mezcla de culturas en el planeta. Donde son modelo a seguir en temas de igualdad y respeto, resulta que hay un gran número de personas muy racistas e intolerantes. En México estamos viendo los toros desde la trinchera, un poco divertidos por las tonterías que dice, un poco nerviosos por lo que puede pasar si es que gana la elección presidencial. 

Pero no crea que la cosa es muy distinta por estos lares. Ya hemos hablado de la xenofobia en Yucatán y la discriminación por el color de la piel o porque se habla maya. Cuántos escándalos no se han desatado después de que funcionarios publican en sus redes que fueron a darse “un baño de pueblo”, o que las personas en un mitin “huelen muy feo”, o que el candidato se lava las manos o se cambia la chamarra después de saludar a la gente. Somos personas de apariencias: un día estamos muy preocupados por la igualdad de género y minutos más tarde mandamos un chiste machista por el chat de whatsapp; presumimos orgullosos de las artesanías de nuestras regiones, pero nos quejamos de que los artesanos son pobres y están mugrosos. Nuestro comportamiento diario nos delata.

Nos da miedo lo que pueda pasar si es que Trump gana, pero no nos preocupamos por cambiar nuestros hábitos para mantener una vida más tolerante. Parafraseando: cuando veas las barbas de tu vecino del norte cortar, pon las tuyas a remojar.

Lo más leído

skeleton





skeleton