La bestia al final de la cuerda

El Mérida Fest nos ofreció las dos propuestas. Daniele Finzi Pasca y Ulises Vargas, uno de los mejores entes teatrales yucatecos, acompañado magníficamente por Xahíl Espadas, Susan Tax y Miguel Ángel Canto.

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Entre “Ícaro”, de Daniele Finzi Pasca, y “Ansia”, de Sarah Kane con dirección de Ulises Vargas, hay una enorme cantidad de diferencias y, sin embargo, una identidad fundamental: ambas penetran el oscuro mundo de la depresión y la locura. “Ícaro” para volverlo luminoso, esperanzado; “Ansia” para llevarlo hasta las penúltimas consecuencias (la última sería el suicidio) incluso al exigir la incomodidad de los espectadores.

A lo que hoy llamamos depresión (del latín “prensado intensamente”) se le solía llamar melancolía (del griego “bilis negra”) porque se le consideraba producto del humor negro y las sangrías eran una de las maneras de hacer que los humores malos escaparan de los cuerpos, siempre con el peligro de que se fueran también los humores buenos y, con ellos, el impulso vital. Hoy los fármacos pueden ayudar pero continúan los peligros para el alma, sobre todo si las dosis no son exactas.

Por otra parte, la distancia entre la psicosis y la depresión (antes, melancolía y locura) puede medirse pero siempre hay serios riesgos de error en el puntaje. En ambos casos, quien las sufre suele sentirse hundido en oscura y terrible oquedad. A veces, siente que alguna cuerda puede ayudarle a escalar. Lo peor es la duda, que se vuelve certeza en la psicosis, de que espere alguna bestia al final de la cuerda o aun, de ser el mismo psicótico la propia bestia (como dijo Sarah Kane: “Yo soy la bestia al final de la cuerda”). Para el “Ícaro” de Daniele Finzi es un toro, cada noche, abajo de la cama. 

Por el miedo a la bestia, el suicidio va clarificándose como un lógico recurso para deprimidos y psicóticos.

El teatro ha sido siempre un espacio excepcional para compartir esta clase de mundos. Se alimenta de pathós (que, en una vuelta cualquiera de cuerda, se vuelve patología) y tradicionalmente se asfixia en ella también al espectador. Cualquiera que sea el tono en que se trate, desde el clown de Finzi Pasca, heredero de la Commedia dell’arte, hasta la desnudez trágica de Sarah Kane, cercana a lo que hoy suelen llamar posmoderno. 

El Mérida Fest nos ofreció las dos propuestas. Daniele Finzi Pasca, aplaudido internacionalmente y solo en escena. Ulises Vargas, uno de los mejores entes teatrales yucatecos, acompañado magníficamente por Xahíl Espadas, Susan Tax y Miguel Ángel Canto. Todos dignos de aplauso.

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