Bicentenario de Don Justo Sierra O´Reilly

Don Justo es considerado padre de la Codificación y uno de los fundadores de nuestro Sistema Jurídico.

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Este 2014 se conmemora el bicentenario del nacimiento de Justo Sierra O´Reilly, figura legendaria y todavía polémica de la historia nacional y de Yucatán. Tuvo una vida intensa y relativamente breve, pues la muerte le sorprendió con apenas 46 años, después de terminar por encomienda de Don Benito Juárez el proyecto del Código Civil Federal, en el que trabajó intensamente los últimos meses de su vida, alejado de distracciones en el convento de Mejorada.

Al decir del doctor Ledesma Uribe, el proyecto le permitió al  Benemérito “promulgar el anhelado Código Civil en 1870, como una reafirmación más de la República Restaurada.” Por ello, Don Justo es considerado padre de la Codificación y uno de los fundadores de nuestro Sistema Jurídico.

Es también considerado padre de la novela en México, especialmente de carácter histórico. Fundador de periódicos y maestro de la crónica de viajes, su obra sirvió de modelo a escritores de las generaciones siguientes, como Eligio Ancona, Peón Contreras y José Baltazar Pérez.  

Cómo no acordarse de sus libros, que hasta hace pocos años siguió editando el gratamente recordado Profesor Gabriel Menéndez, promotor de la apicultura, en cuyos anaqueles no faltaba una edición de La hija del Judío de Don Justo Sierra. Hace años el Gobierno de Yucatán y autoridades federales instituyeron el Premio Nacional de Novela Justo Sierra O´Reilly, que no se ha vuelto a editar.

Su vida política fue intensa y polémica. Nacido en los años del agonizante virreinato, profesó siempre una inquebrantable fe liberal y federalista. Le tocaron los álgidos años en que la república se deshilachaba con el centralismo santanista, cuando Yucatán se separó por un tiempo y sufrió la devastadora guerra de castas.

En los claroscuros de su vida que merecen ser valorados en la perspectiva de la época que le tocó vivir, está su viaje a los Estados Unidos para pedir la incorporación de Yucatán a cambio de la defensa ante la rebelión indígena y su papel en la elaboración de las resoluciones que, después de la guerra, originaron la venta de indígenas a Cuba, página negra de nuestra historia local y nacional.  

Una amplia conmemoración del bicentenario del natalicio de Don Justo Sierrra O´Reilly sería, además de un ineludible homenaje a este personaje esencial de nuestra historia, una oportunidad para realizar la tarea de reconstruir la memoria del pasado a la que cada generación se obliga, agregando nuevo conocimiento y una visión cada vez más clara para hacer el  futuro.

Ahora que si no se puede ahondar en la memoria, al menos conservémosla. Como parte de la degradación de la urbe, la celebración onomástica de los héroes nombrando sitios y calles en su honor es reemplazado por localizaciones prosaicas e invencibles, como el sitio en el que se erige la estatua del prócer en el Paseo de Montejo, que hace años dejó de ser llamado “el monumento a Justo Sierra” para llamarse “glorieta de bancarios” y, después, “glorieta del Fiesta Americana”. ¡Qué bárbaros!

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