Bombas cibernéticas

La mejor estrategia no es prepararse para detener bombas y tropas enemigas, sino para prevenir ataques cibernéticos.

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En esta época en que un ataque cibernético o un tuit pueden ser tan letales como una bala, parece una ingenuidad la decisión del presidente venezolano, Nicolás Maduro, de militarizar el sistema eléctrico del país ante posibles actos de sabotaje.

La decisión de Maduro, además de la media docena de teorías conspirativas que denunció en sus dos semanas de gobierno, como la inoculación del cáncer a Hugo Chávez, le sirve para desviar la atención sobre la crisis energética que atraviesa el país y las acusaciones de Henrique Capriles por fraude electoral.

En estos tiempos de algoritmo-dependencia, la mejor estrategia no es prepararse para detener bombas y tropas enemigas, sino para prevenir ataques cibernéticos, defenderse de piratas informáticos y tuits maliciosos. Un tuit de sólo doce palabras que esta semana explotó en medio de Wall Street marca las prioridades actuales.

Bastó un mensaje falso a través de la cuenta de Twitter de la agencia Associated Press para que se desplome la bolsa de valores de Nueva York, perdiendo más de 136 mil millones de dólares en tres minutos o el equivalente a la deuda externa que Argentina acumuló en veinte años.

El tuit: “Alerta: dos explosiones en la Casa Blanca y Barack Obama herido”, reivindicado por ciberactivistas que apoyan al régimen sirio de Bashar al Asad, pareció una broma o una escena de Matrix, más que un acto terrorista. Sin embargo, las computadoras y algoritmos de Wall Street diseñadas para captar los cambios bruscos, sin distinguir entre ficciones o malas intenciones, dispusieron la compra-venta de acciones apenas explotó la noticia. 

Los ciberdelitos económicos se han convertido en la gran pesadilla. Según la compañía Symantec, causaron una pérdida de 388 mil millones de dólares en 2012. Se calcula que unas 3,000 mafias cibernéticas operan en el mundo, desde Ucrania, Rusia y EE.UU. hasta Brasil, desarrollando virus para infectar y robar de bancos y empresas. 

Pero es China, a través de acciones directas o toleradas por el gobierno, el país que más robos de secretos comerciales y propiedad intelectual ejecuta por internet contra gobiernos y empresas europeas y estadounidenses. Más de 200 ataques recientes contra Google, Dow Chemical, New York Times y bancos y medios importantes en Corea del Sur se originaron en la Unidad 61398 del ejército chino.

El internet está generando graves problemas de seguridad, en especial porque los gobiernos no alcanzan a desarrollar sistemas de seguridad con la misma rapidez con que evolucionan las tecnologías digitales. Barack Obama ha dado a la ciberseguridad el nivel de una rama adicional de las Fuerzas Armadas, mientras que no baja la guardia ante posibles ataques cibernéticos contra su sistema financiero, de energía eléctrica, plantas nucleares y tráfico aéreo.

Los celos por la seguridad también generan problemas. El proyecto de Ley de Protección y Compartición en Ciberinteligencia (CISPA, por sus siglas en inglés) que aprobó la semana pasada la Cámara de Diputados de EE.UU., obligaría a compañías privadas como Google, Twitter y Facebook a compartir información de sus usuarios en caso de ciberamenazas, lo cual ha generado polémica entre dos valores siempre en conflicto: seguridad y privacidad.

Más allá de la polémica, se observa que los países desarrollados son más conscientes en ciberseguridad, aunque el problema abarca a todos. América Latina no escapa a la tendencia alcista de los ciberataques, pero su mayor vulnerabilidad radica en la falta de previsiones. 

El informe de Seguridad Global 2013 de Trustwave, que ubica a Brasil en la lista de los 10 países que más recibe y efectúa ataques cibernéticos, advierte sobre los crecientes problemas para la industria bancaria y los gobiernos, generados por ladrones informáticos y hackers.

Aunque Argentina, Brasil, Colombia, México y Perú son los países que más hacen para la protección de datos y la ciberseguridad, se advierte que la región necesita mayores esfuerzos para sincronizar la seguridad con el crecimiento de las tecnologías en la región.

Por eso, la militarización de las plantas eléctricas en Venezuela parece una medida ingenua o insuficiente, considerando que los potenciales ataques contra la infraestructura de los países serán invisibles y más letales, con bombas cibernéticas.

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