La botijuela o jarra olivera

Las mercancías de España llegaron fue en contenedores de cerámica, jarras oliveras y ánforas, que se usaron en el Mediterráneo alrededor del año 1800 aC.

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La llegada de los españoles en el siglo XVI generó una ruta comercial entre Europa y América; incluso, en archivos quedó el registro de mercancías que llegaron en contenedores de cerámica que se conocen como botijuelas, jarras oliveras y ánforas, que inicialmente se usaron en el Mediterráneo alrededor del año 1800 aC. 

La cerámica en forma de cántaro fue utilizada como contenedor mercantil con las siguientes características: una gran capacidad de retención, estuviera vidriada o no o esmaltada, con engobe, lo que le permite mayor impermeabilidad para el transporte de líquidos como vinos, aceite de oliva, aceituna en salmuera. Las que no tenían vidriado eran las más adecuadas para almacenar el alquitrán, la manteca, la miel, guisantes, garbanzos, jabón y demás sólidos granulados, entre otros productos.

Por muchos años la botijuela fue la única forma de contenedor de uso comercial para trasladar productos por el Atlántico; ya en tierra se llevaban a otros destinos remotos de América y el Caribe a lomo de mulas o en carretas hasta zonas lejanas a los puertos. 

Las botijuelas que llegaron a América durante la Colonia fueron elaboradas durante el siglo XVI y hasta 1850. La forma más común de la jarra olivera que llegó a Yucatán tiene la base cóncava, cuerpo globular ligeramente cónico, boca estrecha, dotada de un potente labio anillado, sin asa y con capacidad de almacenamiento de 11.5 litros y era para el traslado de vino o de aceite de oliva.

Los centros productores de jarras oliveras más importante de la época colonial en España fueron Castilla y Sevilla. Luego se fabricaron en La Habana.

En un registro se menciona que en 1592 un barco trajo a América un cargamento de 226,227 botijas. 

La botijuelas también se utilizaron como material de construcción, en los rellenos de bóvedas para mejorar el drenaje, en la acústica de los edificios y en remates decorativos de iglesias y edificios civiles.

Cuando las botijuelas ya no se usaban como contenedores, las familias conservaban estas jarras oliveras para guardar dinero, de tal modo que  el poseer alguna botijuela era sinónimo de familia pudiente.

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