Las buenas relaciones

Para una buena relación hay que respetar la individualidad del ser, tanto con la pareja como con la familia, los amigos, los compañeros en los diferentes ámbitos de encuentro.

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Las buenas relaciones no son más que armonía en todas las cosas, humanas y divinas, unidas a buena voluntad y cariño mutuo.- Cicerón  

La violencia está, desde siempre, presente en la historia de la humanidad. Se da como señal de superioridad, para destruir e imbuir miedo, para imponer, someter y explotar. Sin embargo, también es cierto que cada vez más personas se llenan de valor para afrontar sus miedos y no sufrir violencia, aprendiendo a supervivir y dando testimonio de que sí se puede salir del círculo de violencia que muchas veces se da al relacionarnos. La fuerza para liberarnos está en nuestro interior. 

Cuando descubrimos nuestra valía y nuestras capacidades, muchas veces desconocidas, tenemos la oportunidad de reconocer nuestros derechos humanos que se basan en ser responsables de nosotros mism@s para vivir como deseamos y merecemos. 

El principal enemigo generalmente es un@ mism@. Hay que revisar el campo íntimo y personal de las creencias para desechar las que son falsas y prejuiciosas, provocando expectativas fantasiosas y otras que “cuidan”, a costa del propio ser, una imagen social equivocada. 

Para una buena relación hay que respetar la individualidad del ser, tanto con la pareja como con la familia, los amigos, los compañeros en los diferentes ámbitos de encuentro; la armonía no es producto de la casualidad sino de una constante y atenta búsqueda y construcción de nuestra persona que implica trabajar en el propio desarrollo y nos hace conscientes de nuestra valía personal así como la de los demás. Seremos capaces de elegir y escoger nuestras relaciones no sólo respecto a personas sino también el grado de cercanía e intimidad con ellas. 

La empatía y consideración (manifestaciones del amor) tienen que ser mutuos y, si no es así, la fatiga psíquica y la auto-violencia se instalarán descomponiendo la relación. Hay personas tóxicas que gozan engañando; otras, actúan un falso interés para lograr algo de uno; también hay quienes siembran cizaña, chismosas y poco confiables. Si estamos alertas, sabremos quién nos ayuda a construirnos y quién no. 

Estemos atentos con quién, en qué y cómo nos relacionamos para cuidar el tesoro más grande que tenemos: nuestra dignidad humana que conlleva la paz interior tan anhelada y que, cuando la tenemos, como la perla valiosa de la parábola de los Evangelios, no queremos perderla ni cambiarla por ninguna otra cosa. Nadie nos la puede robar a menos que lo permitamos. 
¡Ánimo! hay que aprender a vivir!

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