Buscar la felicidad

Cuando tenía unos seis años, “felicidad” representaba un día lluvioso para salir a brincar en los charcos con mis hermanos...

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Cuando tenía unos seis años, “felicidad” representaba un día lluvioso para salir a brincar en los charcos con mis hermanos y comer un tazón de macarrones con queso al regresar. Felicidad era pasar una fresca tarde entera en el parque, con bicicletas, patines, y comer unos hot-dogs en la esquina. Felicidad era recibir un helado por una buena calificación escolar; o encender bombitas en la noche de Navidad con mis primos.

Creo que jamás podría definir qué es la felicidad, lo que para mí representa, o cómo puedo lograrla. Tiene diferentes interpretaciones, y para cada quien significa algo distinto.

Lo que en estos tiempos para mí la representa, es reír; que mi hermano me cargue en su espalda mientras corre por el supermercado; lograr una meta; conseguir no reprobar alguna materia; terminar un semestre plagado de desvelos tras librar cruentas luchas con monstruosos exámenes y tediosas tareas; tener un día nublado, con un libro y una taza de café de olla.

Pero siempre me ha parecido que la felicidad no es algo que deba buscarse tal cual, que no debería ser en sí un fin.

Recuerdo la película “En busca de la felicidad”, donde Will Smith en el personaje de Chris Gardner, en un día de tormenta, cuando todo había ido de mal en peor, dice: “Y fue en aquella ocasión en la que empecé a pensar en Thomas Jefferson escribiendo la Declaración de la Independencia, en aquel apartado que hablaba acerca de la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad. Y pensé en cómo supo poner la palabra “buscar” ahí en medio, como si nadie realmente pudiera alcanzar la felicidad. ¿Significa que la felicidad es algo que estamos destinados a buscar, pero que nunca encontraremos?”

Recuerdo también, del libro “Siddhartha” de Herman Hesse, cuando Govinda, un monje budista, que toda su vida estuvo buscando el secreto de la felicidad, se encuentra de nuevo con su amigo Siddhartha, a quien le pide que le dé unas palabras que guíen su camino. Éste le dice que quizá es a fuerza de buscar que no encuentra. Que al buscar, ocurre fácilmente que nuestros ojos sólo ven el objeto que perseguimos, porque sólo pensamos en aquella meta que nos hemos fijado, ésta nos posee por entero, y nos hace imposible el encontrar. Quien dice buscar, significa un fin. Pero encontrar es ser libre, estar abierto a todo, no tener fin determinado alguno.

Y bien puede suceder que quien busca sólo la felicidad, le sea difícil encontrarla, y no porque no exista, sino porque el concentrarse en ese objetivo, le impida ver lo que está a su alrededor, y todo aquello que al ser humano puede hacer feliz.

Luego pasa que adjudicamos nuestra felicidad al pasado, a las personas, al dinero. Que pensamos que aquello que pasó hace tantos años nos hace tremendamente desdichados, que nuestra felicidad está ligada a cuánto nos ame la persona a quien amamos, o pensar que seremos felices cuando tengamos una mejor casa o mejor auto.

Se nos olvida que la verdadera felicidad no depende de nadie más que de uno mismo. Y que sólo se encuentra en nuestro interior.

Sucede también que hay quienes llegan a pensar que quien es feliz tiene que serlo todo el tiempo. Como si una vez alcanzada, la felicidad fuese eternamente nuestra, como si fuera una medalla que nadie pudiera quitarnos. 

En lo que a mí respecta, concuerdo con aquello que Nietzsche decía, que “el destino de los seres humanos está hecho de momentos felices, toda la vida los tiene, pero no de épocas felices”. Nos recuerda que la felicidad sólo se da a destellos.

Y sólo comprendemos el verdadero valor de la felicidad, cuando también experimentamos el polo opuesto, cuando hemos conocido la desdicha y tristeza. Es preciso conocer los extremos y contrastarlos para saber lo que es el sabor de la felicidad.

Lo que tengo muy claro es que tal como cada ser humano es diferente, de la misma manera cada uno tiene su manera de ser feliz.

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