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¿Así les están enseñando en las universidades a los jóvenes de hoy a crear empresa?

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El restaurante de comida japonesa al que decidí ir a comer ese sábado a mediodía es muy pequeño, y como es costumbre, se encontraba repleto de comensales a quienes nos encantan sus deliciosos platillos.

Mantener una conversación privada en ese sitio es poco menos que imposible, de modo que aún sin pretender ser chismoso, no conseguí evitar escuchar con claridad el intercambio de ideas entre dos jóvenes que, en la mesa que se encontraba a mis espaldas, planeaban fundar un nuevo y lucrativo negocio. Uno de ellos se esforzaba por ser convincente y motivar al otro para aportar el capital que la empresa requería para iniciar operaciones, mientras él aportaría las “relaciones” tan necesarias para garantizar el “business”.

“No güey, es que no sabes, lo que pasa es que mi primo que vive en Carmen se mama todos los sábados con el güey de Pemex que se encarga de todo el mantenimiento, así que él nos pasará los contratos de pintura, impermeabilización, reparaciones y todo lo que necesite hacerse, así tenemos segura la chamba, güey”.

Me resulta bastante difícil mantener el optimismo y la esperanza cuando sin pretenderlo soy testigo de un diálogo como el descrito. ¿Así les están enseñando en las universidades a los jóvenes de hoy a crear empresa? ¿Les habrán dicho alguna vez que para alcanzar el éxito deben ofrecer un servicio atento y entregar productos de muy alta calidad? ¿Sabrán que debe desarrollarse el talento para administrar con eficiencia los recursos de que disponen? ¿Será que reciben esos conocimientos en el aula, pero el ejemplo del padre en la casa los induce a creer que lo más importante es irse de juerga con quien tiene el poder de facilitarles la obtención de los contratos?

Algo tenemos que hacer, y muy pronto, para enderezar lo que esté torcido en la transmisión hacia los jóvenes de las ideas y conceptos de lo que debe ser la empresa, y los alcances de su responsabilidad en la generación de bienestar y crecimiento para una nación como la nuestra. La juventud necesita que le hagamos saber urgentemente y con claridad que una empresa nace ante la detección de una necesidad insatisfecha, o el pronóstico de crecimiento en la demanda de ciertos productos y servicios, pero para alcanzar su fortalecimiento, consolidación y permanencia a largo plazo, es indispensable investigar, desarrollar tecnología o adquirirla y adaptarla, capacitarse, desarrollar talento humano, y practicar valores universales en el ejercicio profesional de su actividad.

Por fortuna recobro después la esperanza, cuando un joven, como mi amigo Carlos, me invita a conocer los resultados que está obteniendo con su concepto “Haz la lucha” entre un numeroso grupo de muchachos y señoritas que está aprendiendo a conjugar el verbo emprender. O cuando, a raíz de leer mi columna, Ricardo, Oscar y Angel me conceden el inmerecido privilegio de solicitar mi consejo para fundar una revista que promoverá el arte y la cultura entre jóvenes como ellos. Y ni se diga cuando un joven fuera de serie, como René, me confía detalles del proyecto de crear una fundación que ayudará a  numerosas familias de jóvenes como él.

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