Las calaveras, características de los días de difuntos, son una costumbre netamente mexicana. Se trata de versos satíricos en los cuales se menciona a personas vivas -generalmente políticos- como si estuvieran muertas y contra las cuales, a modo de epitafios, se enderezan críticas que en otro contexto sería difícil expresar.

Normalmente son cuartetos, pero pueden ser construidas en casi cualquier otra foma de verso y demandan mucho ingenio y conocimiento de las normas preceptivas de la versificación. Suelen estar acompañadas de dibujos de calaveras y fueron un medio socorrido de crítica en épocas en las cuales estaba restringida la posibilidad de criticar a los gobernantes. Nuestra colaboradora ofrece aquí algunas calaveras de su creación:
 
La muerte no entendía
Por qué le pedía la gente
Que se llevara con osadía
A sus políticos, religiosamente.

Se puso a preguntar
Porqué no los querían;
La gente pudo ayudar
Y le contó su agonía.

Los Diputados fueron primero
Votaron por más impuestos;
Con ese actuar lastimero
Su egoísmo fue antepuesto.

Después siguió el alcalde
Que el carnaval quiere cambiar
La noticia cayó como balde
Y a la gente hizo rabiar.

Tampoco los han convencido
Los del congreso del estado
Que para nada han aparecido
Y solo en su curul se han sentado.

El gobernador y su gabinete
Tampoco se salvaron
Dicen que les dieron madruguete
Y puros amigos contrataron.

Roberto y Víctor son los nombres
De quienes manejan el estado;
Ellos son los hombres
Que el poder han ostentado.

Roberto maneja el dinero,
Víctor la política,
Ambos limpian el cochinero
Para Mérida ganar sin crítica.

Rolando es otra cosa
Le cae muy bien a la gente,
Aunque nadie acercarse osa
Porque lo cuidan celosamente.

La parca escuchó todo
Mientras apuntaba en su libreta
“No queda de otro modo
con ellos no voy a ser discreta”.

Los mató por mandato
Y con la misma estrategia
Les ofreció ser candidatos
Y cayeron de manera regia.