Cárceles, escuelas del crimen

Las cárceles en el estado y desde luego en todo el país se están transformando en noticia cada vez con mayor frecuencia...

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Las cárceles en el estado y desde luego en todo el país se están transformando en noticia cada vez con mayor frecuencia, debido a hechos lamentables relacionados con las condiciones en que miles de personas cumplen sus respectivas condenas. 

La Comisión Estatal de Derechos Humanos (Cdheqroo) acaba de informar acerca de la realidad inhumana que enfrentan los internos en los centros de reclusión. Sobre la situación de hacinamiento, dicha entidad señala que llega a estar reñida con lo más elementales estándares que exige la dignidad humana. La cantidad de internos que duermen casi apilados, unos sobre otros, en reducidos espacios, con nula ventilación y luz natural, en condiciones insalubres, con presencia de chinches y otros parásitos, relata el reporte. Parte del proceso para acabar con la violencia es la reinserción social, la cual supone ser el fin de las instituciones penitenciarias. 

Las cárceles mexicanas nos han demostrado en distintas ocasiones la deficiencia de este proceso; la reincidencia de los delincuentes es consecuencia de las deficiencias de todo el sistema de las cárceles que imposibilitan su objetivo último. Lo cierto es que tenemos un severo problema con las cárceles. Están llenas a reventar, no cabe un preso más, pero seguimos pensando, estúpidamente, que la forma de resolver los problemas es metiendo a cuanto más podamos al penal. 

Todos los días hay un empresario pidiendo cárcel para los delincuentes, un diputado proponiendo aumentar las penas, un político en campaña ofreciendo mano dura y no podía faltar un gobernador en problemas prometiendo que meterá al bote a los corruptos de atrás, porque los de su sexenio apenas empezaran a pellizcar el erario. 

El castigo de quien infringe la ley es mucho más que la privación de libertad; es la venganza cruenta de una sociedad que, de un modo u otro, ha contribuido a crear estos bolsones de abandono, sin hacerse cargo de educar para la libertad sana y compartida, ni tampoco generando planes de integración social para quienes han cometido delitos de menor o mayor cuantía. 

Las cárceles son un reflejo de nuestra sociedad. Al examinar el perfil socioeconómico de la población penal, es posible corroborar que las personas privadas de libertad pertenecen, en su mayoría, a los sectores más precarizados de la población. Las políticas en este ámbito necesitan dar respuestas a la complejidad de las causas de quienes cometen delitos y entender que el sistema penal y penitenciario son herramientas asociadas a la reinserción social. 

Es urgente contar con un plan anual de trabajo que sea encabezado por la Cdheqroo, de modo de velar por el cumplimiento de los estándares de derechos humanos que se suscriben en tratados internacionales y que deben ser garantizados por el Estado. Es el momento de llevar adelante una agenda completa que reúna a los tres poderes del Estado, para que en su conjunto se erradique la violación sistemática de los derechos humanos en las cárceles. 

En estudios recientes se descubrió por parte de la Comisión Nacional de Derechos Humanos que en 71 cárceles hay presos que asumen labores propias de la autoridad. Esto deja claro que el sistema penitenciario en México no funciona en lo absoluto. No existe control de ningún tipo, por lo que es imposible que se respeten los derechos humanos y se cumpla el fin último de las cárceles. 

La reinserción social y los derechos humanos de los presos no es un tema común en nuestra sociedad, a la gente no le interesa saber lo que sucede en las prisiones mexicanas. Somos el séptimo país con más presos en el mundo, después de Estados Unidos, por supuesto, China, Rusia, Brasil, India e Irán. Pero la verdadera paradoja es que eso no nos hace un país más seguro, pues ahora los delitos se cometen incluso desde las cárceles. No nos hace un país más justo, pues cuatro de cada diez reos están encarcelados sin haber tenido un juicio o recibido una condena. 

Si no podemos prevenir la delincuencia como sociedad por lo menos deberíamos combatirla a través de un sistema óptimo penitenciario en donde se cumpla el fin último de la reinserción social, 

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