Carnaval y segregación

El PAN, a pesar del apoyo popular que le proporciona triunfos electorales, se esmera en gobernar para la clase pudiente.

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Y al darles el sol la espalda revolotean las faldas, bajo un manto de guirnaldas, para que el cielo no vea… cómo comparten su pan, su mujer y su gabán gentes de cien mil raleas.- Joan Manuel Serrat

No cabe duda que la avenida “Paseo de Montejo” resulta de un valor altamente simbólico para los habitantes de Mérida y que la celebración del Carnaval es probablemente el festejo más popular de los que se  conmemoran en la ciudad y que sin duda, con sus dosis de informalidad, irreverencia  y chacoteo, constituye un reflejo del carácter antisolemne y tolerante de los citadinos, forjado a través de los años.

Por eso resulta un desatino que el alcalde Renán Barrera, del PAN, haya tomado la decisión de separar la “fiesta de la carne” enviándola vergonzosamente a las goteras de la ciudad, de la vía que por una semana constituía el lugar de encuentro y jolgorio colectivo de todas las clases sociales que, acompañados de sus niños, acudían con el único pero gratificante fin de divertirse, relajarse y olvidar por un breve tiempo la gravedad que imponen a nuestras vidas las exigencias y preocupaciones actuales.

 Y es que el PAN, sus gobiernos, a pesar del apoyo popular que le proporciona triunfos electorales, se esmera en gobernar para la clase pudiente, los grandes empresarios que apoderados de la representación de los medianos y pequeños emprendedores, logran imponer su voluntad con tácticas de presión, como en este caso, en el que comparten mucho de mojigatería, lo que probablemente ponen en peligro las carnestolendas.

Sabedores de la impopularidad de tal medida, que fue rechazada hace unos años en Consulta Popular, así como en 3 de 4 “sondeos” recientes, intentan legitimarla con la conformación de un fantasmal  “Comité Técnico: Por un Carnaval Mejor”, encargado de justificar la decisión tomada de antemano por el alcalde.

Lo cierto es que detrás se esconde la vieja consigna de la “casta divina” de no compartir con la gente, ni por una semana, el Paseo de Montejo para regresarle su rancio abolengo de antaño, pues está claro que prefieren disfrutar  esas fiestas en sus clubes exclusivos donde no corren el peligro de rozarse con las clases consideradas por ellos inferiores.

También se privatiza el Centro Histórico que así deja de ser el lugar idóneo para el festejo popular, lo que exime al presidente municipal de tener que participar, en su carácter de autoridad, en esa celebración.

Ponerle barreras de espacio y de costo al Carnaval, por el aumento en el gasto del transporte, resulta una medida segregacionista en doble sentido: recluir en un gueto a los carnavaleros y  reducir la participación de los de menores ingresos.  

El PAN y su alcalde se esmeran en gobernar para sus patrocinadores, los empresarios. Sin embargo, deben tomar en cuenta que las dos últimas administraciones que fueron incapaces de retener para su partido el municipio están relacionadas con acciones impopulares en el Paseo de Montejo.

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