Cartas a un escritor

La correspondencia en el siglo XIX fue la forma tradicional para entablar todo tipo de relaciones sociales.

|
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

La correspondencia en el siglo XIX fue la forma tradicional para entablar todo tipo de relaciones sociales,  las amorosas y prohibidas, como también las propias entre un escritor y sus lectores, que fueron más comunes de lo que podríamos imaginar. 

En 1846, Flaubert tenía 24 años, comenzaba a escribir su célebre novela Madame Bovary. Cierto día la escritora Louise Colete, once años mayor, realiza una de sus acostumbradas fiestas en los salones literarios, acude a ella el joven escritor y basta decir que a partir de entonces da inicio una apasionante y epistolar relación prohibida, más de tres mil cartas, en las cuales no sólo se habla de amor, sino de todo el proceso creativo y teórico narrativo del autor; lamentablemente las cartas de Louise a Flaubert fueron destruidas por su sobrina, quien las consideró inmorales y sólo se conservan las que el autor envió con ferviente pasión, evidentemente más por la literatura que por su amante,  hasta 1855. 

Pero Flaubert tuvo más de una lectora con la cual mantuvo comunicación epistolar: en 1856, ya publicada Madame Bovary en la revista literaria Revue de París y con el latente riesgo de censura, recibe una carta de la escritora Marie-Sophie Leroyer de Chantepie, autora de varias novelas, quien le declara su completa admiración, a la vez que le confiesa la fuerte identificación que encuentra con su protagonista femenina; el escritor, quien siempre ha desvalorizado el trabajo literario de las mujeres, considera un poco superficial y fútil la misiva, pero con el paso de los días y la insistencia de la autora comienza una prolongada amistad, meramente epistolar,  en la cual se discute sobre todo la relación entre la vida y la lectura; todo esto motiva a Mario Vargas Llosa a regalarnos el ensayo altamente recomendado 'La orgía perpetua: Flaubert y Madame Bovary', basado en una declaración del autor: 'La única forma de soportar la existencia consiste en aturdirse con la literatura como en una orgía perpetua. El vino del Arte causa una larga embriaguez y es inagotable'.
 
Madame Bovary marcó una independencia para las mujeres lectoras del siglo XIX, más que condenada por querer convertir su vida en una de las novelas románticas que lee desde pequeña, es el impulso de atreverse a ir más allá de los convencionalismos lo que la universaliza. Flaubert, enamorado más de la literatura que de la vida, haya tenido una intensa producción epistolar con mujeres que contribuyeron para construir una imagen renovadora de lo femenino. No se sabe, pero sin las cartas de Colete y Leroyer, la vida literaria y amorosa del escritor seguramente no hubiera sido la misma.

Lo más leído

skeleton





skeleton