Chetumal, ¿el desastre?

Solemos observar en la capital del estado, Chetumal, que la depredación de las finanzas públicas ha sido la constante en el servicio que prestan los funcionarios de elección popular, principalmente los ayuntamientos (10).

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Solemos observar en la capital del estado, Chetumal, que la depredación de las finanzas públicas ha sido la constante en el servicio que prestan los funcionarios de elección popular,  principalmente los ayuntamientos (10), en cuyo contexto se dan rangos de gravedad, empezando por Othón Pompeyo Blanco, que heredó una deuda pública no justificada, aunque si aprobada su cuenta en el Congreso del Estado para cubrir la satrapía de Andrés Florentino Ruiz Morcillo, hoy flamante secretario de Planeación y Desarrollo Estatal. La deuda va más allá de los 272 millones de pesos y compromisos signados con la empresa que se encargó de  instalar las lámparas led’s en Chetumal y Bacalar.
 
El ayuntamiento capitalino vive conflictos internos entre regidores de la misma planilla priísta y el presidente o alcalde, pasan por la revisión sobre actos y conductas de los anteriores tesoreros (antes de Joel Sauri Galué), el Biouniverzoo o Zoológico Payo Obispo Zoo, y las limitaciones presupuestales en un periodo de austeridad que marcó la salida de Felipe  Calderón Hinojosa, que se sirvió con la cuchara grande antes de irse.
 
La aprobación de un crédito para atender las obligaciones contraídas por la Comuna de Othón P. Blanco por 272 millones de peso, no ha podido consolidarse por la vía de instituciones de banca múltiple o la gubernamental, porque la capacidad y calificación del ayuntamiento está comprometida en sus participaciones federales y la deuda se podría concertar hasta a 25 años, o sea, compromiso de austeridad para largo tiempo.
 
Este esquema político financiero del ayuntamiento othonense tiene visos de complejidad, pero aún así, al parecer hay demasiados masoquistas que aspiran a la candidatura para el 2013, ¿qué esperan recibir o cuáles serán los beneficios económicos por la vía de los negocios con proveedores? Son tercos, pero mañana no podrán cubrir su impotencia señalando que recibieron un municipio quebrado. La situación de atención al área urbana aparentemente está dividida: hasta la Avenida Insurgentes desde la bahía corresponde a La Secretaría de Infraestructura y Transporte a cargo de Fernando Escamilla Carrillo, quien dicho sea de paso, recientemente asumió el cargo y presume estar dando solución al problema de los baches y quizás a la falta de aceras o banquetas, pero los seguimos viendo proliferar y agrandarse para preocupación de los que circulan por estas calles con sus vehículos de motor y que asumen los costos de reposición de llantas, amortiguadores y sistemas de suspensión; la falta de aceras o banquetas orillan al peatón a circular por las calles con el riesgo de ser atropellados.
 
La comuna tiene un enorme reto en la capital, pero ignoramos la dimensión del abandono de las comunidades que hoy conforman el Municipio de Othón P. Blanco; el daño que se ocasionó al erario, y que al parecer permanecerá en la impunidad que produjo la corrupción encubierta por la Legislatura, no la merecemos los habitantes de la otrora bella y pacífica Chetumal.
 
Vamos deambulando por la austeridad que daña el universo de negocios de la capital, en virtud de que la actividad es fortalecida cuando hay derrama económica de los tres niveles de gobierno, y estos, por reducciones a las participaciones federales, el excesivo endeudamiento y la falta de infraestructura productiva (industria) de actividad rentable en el campo, así como el incipiente desarrollo turístico, afrontan niveles altos de pobreza y marginación; la inversión privada en tiendas de autoservicio produce empleos mal remunerados y con jornadas que violan las disposiciones legales. 
 
La capital no solo ha dejado de ser un botín político, sino también la fuerza que movía la actividad electoral con sus 5 distritos incluyendo a Bacalar. La zona sur pasó de tener siete  distritos electorales a sólo cuatro, y dos de ellos compartidos, para dejar al norte la  egemonía. ¡Al tiempo!

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