Los 'ciegos emocionales'

No falta quien, contrariamente a quienes te estiman, busca e intenta soslayar los pequeños triunfos cotidianos, toda vez que envidia, soberbia, orgullo y pusilanimidad no lo dejan vivir.

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Quisiera hacer un paréntesis, en el seguimiento de mi columna de la semana pasada (La seguridad empieza en casa), toda vez que este 19 de abril festejé un onomástico más. Esta fecha estuvo llena de sorpresas. El momento me recordó a Violeta Parra y la hermosa canción que reza: “Gracias a la vida que me ha dado tanto/ me dio el corazón que agita su marco/ cuando miro el fruto del cerebro humano/ cuando miro al bueno tan lejos del malo”.

De un tiempo a esta parte, algunos eventos circunstanciales han reforzado mi necesidad de dar gracias a la vida de forma permanente, más allá de cualquier adversidad. Reconozco que la chispa que mueve,  muchas veces de forma inconsciente, ha sido ignorada por la obviedad; me refiero a familia, compañeros, amigos y alguna ilusión, cual catalizador, que multiplica mi energía y vitalidad. Claro, no falta el villamelón que,  contrariamente a quienes te estiman, busca e intenta soslayar los pequeños triunfos cotidianos, toda vez que  envidia, soberbia, orgullo y pusilanimidad no lo dejan vivir.

Estas personas podría decirse que padecen de “ceguera emocional”, ya que no les interesa entender a los demás ni practicar el arte de la empatía. Para ellos, la única persona importante son ellos mismos, viven sin apreciar la nobleza, el compromiso, la nostalgia, el afecto. Para ellos la lealtad, el compañerismo y hasta el amor tienen un sentido unidireccional que exigen como derecho que les permite satisfacer sus necesidades.

Sospecho amable lector que ya se le vino a la mente “alguien”, en algún momento de su vida. Sin duda en lo laboral abundan, quién no recuerda al superior o funcionario que por envidia andan buscando  la paja en el ojo ajeno sin reparar en su viga. De estos últimos seguramente usted podrá dar cuenta. Nada tiene que ver lo económico, sólo responden al instinto visceral, que los lleva a frustración, desánimo y  sensación de falsa omnipotencia. ¡Plagados estamos!

Su pequeñez emocional los hace invisibles y, cual felino herido, se encierran en su madriguera, esperando les llegue el fruto de su intriga. La rabia y la ira mantendrán en una insana dependencia al envidioso del envidiado.

Si hago estas reflexiones es porque nadie está exento de sufrir en carne propia la insana actitud y comportamiento pernicioso del “ciego emocional”. Mantén viva esa chispa que permite vencer barreras, obstáculos y limitaciones. Comparte tu alegría, contagia a quienes están contigo, invítalos a cambiar la historia. Mantén latente todos los días esa ilusión que te hace diferente a los demás.

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