Las ciudades conversan

Mérida conserva poco, tira mucho y construye adefesios. El centro histórico es una demostració de lo primero y de lo segundo, así como los fraccionamientos que tienden a unir la ciudad con Progreso, demuestran lo tercero.

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La historia de una ciudad continúa viva en sus piedras, recorre para siempre las paredes de sus casas y enseña a nuevas generaciones la sabiduría que transmiten sus viejos. Sin embargo, aunque haya varias formas de encontrarse con una ciudad, a fin de cuentas y desgraciadamente se reducen a dos: arrasarla o hablar con ella.

México es un país que apenas dialoga con sus ciudades y en cambio tiende por diversos motivos a destruirlas. Ayer (me refiero a la llegada de los conquistadores) las ciudades fueron arrasadas para robar sus joyas y para humillar a sus dioses. Hoy, la modernidad que debería de ser más inteligente porque hay muchísimas más universidades, carece de la voluntad por conservar y se olvida de construir con un mínimo de buen gusto, guiada solamente por la especulación con el suelo urbano, pero de una manera más torpe (vale decir, estúpida) que eficaz desde el punto de vista económico.

Mérida, como otras ciudades de la República, conserva poco, tira mucho y construye adefesios. El centro histórico es una demostración fehaciente de lo primero y de lo segundo, así como los fraccionamientos que tienden a unir la ciudad con Progreso, demuestran lo tercero. La síntesis duele: no conservar, tirar, construir adefesios.

Por ello es buena noticia que haya interesados en conservar la memoria de quienes habitaron la ciudad y que en ella desarrollaron ciencia y genio. En lo que hoy es el Hotel San Ángel, en el Remate de Montejo y la 49, vivió el ilustre maestro Graciano Ricalde y para conservar su memoria se develó el pasado día 15 una placa en la entrada principal.

Decía así la invitación: “Para recordar a uno de los hombres célebres de Yucatán, colocaremos una placa en la entrada de lo que otrora fuera la casa de este gran matemático y maestro yucateco, que, entre otras cosas, en 1910, calculó la órbita parabólica del cometa Halley y determinó con precisión el eclipse de sol de 1923. La ceremonia estará a cargo del Doctor Arcadio Poveda Ricalde”.

El crecimiento y transformación, inclusive comercial, de una ciudad no tiene por qué exigir la pérdida de su memoria. Todo lo contrario. 

Quienes asistimos el día 15 pudimos conocer y aplaudir la existencia de un sabio, así como reconocer y aplaudir en vida a otro sabio como Arcadio Poveda Ricalde. La ciudad esa noche conversó con nosotros.

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