Cocotazo

Yo del pan sólo se hacerlo chuk y disfrutarlo, sobre todo las patas de queso deysi.

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El jueves pasado, como cada inicio de calendario,  llegué temprano a casa del cascarrabias para tomar un café con él, esta vez movido también por la morbosa curiosidad de saber si había tenido otro encuentro cercano con la que él llama la Xtabay, pero nada. No vino, me dijo un poco triste y frustrado. Pero lo vivido nadie me lo quita y lo acuno en mi corazón como un momento maravilloso y, a lo que parece, irrepetible.

Estaba escribiendo algo en una vieja libreta donde hace sus apuntes  y que ni a mí me ha permitido leer nunca y eso que me considero su mejor amigo, porque de los otros que tuvo varios se perdieron en la bruma del olvido y otros pagaron ya tributo a su condición de seres finitos.

Es por tu culpa Custodio, me reprochó. Eres muy chismoso y no te quedas con nada de lo que te cuento. Vino a verme un amigo tuyo –seguro tú le informaste dónde vivo- que me trajo un cocotazo de verdad muy sabroso y me dijo que estaba escribiendo un libro sobre la panadería yucateca y sobre su historia personal y que, como tú pregonas en tus escritos sobre mí que soy conocedor de esa especialidad única en el mundo, me pedía unas líneas como colofón de sus disquisiciones en torno a la historia de la panificación en Yucatán.

Ahora estoy rebuscando en las entretelas de mi flaca memoria a ver qué cosa más o menos decente puedo decir porque este hombre de verdad sí sabe de lo que habla pues viene de familia panadera por ambos costados de su existencia, tanto del de su madre como del de su padre, y carga sobre su menuda humanidad siglos de historia. 

No sé cómo vaya a acabar este relato porque yo del pan sólo se hacerlo chuk y disfrutarlo, sobre todo las patas de queso deysi. Uay, se me agua la boca.

Estuve pensando en las extintas panaderías de postín que hubo en la ciudad, como  La Reina –del compositor y panadero don Petronilo Vázquez-, La Colonial, la Elena Vales, El  Degollado, El Centenario (con su fachada de piedra labrada),  La Vieja –que estaba “abierta 24 horas”-, del francés que compraba en El Despachito, por el rumbo del Chem Bech y que murió junto con el dueño del negocio, en La Perlita y sus biscochos y galletas de manteca. 

Me detuve un momento en la modesta panadería que está a un costado de La Ermita y que hace el mejor francés del mundo hoy día (artesanal, con sal y manteca)… En fin, tengo que pensar qué voy a escribir Custodio y todo por tu terquedad en andar hablando de mi vida.

Viejo, tú sabes muchas cosas de esta nuestra querida ciudad y sería egoísta que te las llevaras a la tumba. Me parece una muy buena oportunidad de que cuentes tus vivencias en torno al pan y al café. Sobre todo ahora que tanto ha cambiado la oferta con la llegada de modas y modos distintos de otras partes de México e inclusive del extranjero. 

Por cierto, no te comenté que un buen amigo pastelero y panadero francés, que hace delicias aderezadas con buen humor y alegría, es fanático de las patas de queso y las hojaldras de jamón y queso. 

Cuenta todo viejo, le dije.    

A veces siento que te odio, Custodio. A ver qué sale, me dijo y vi que anotaba al calce de una hoja: Sic transit gloria mundi…. 

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