De la Moderación

¿Piensa que la industria alcoholera hará algo por usted después de haberse enviciado? ¿Cree que le importa que nuestros jóvenes mueran en accidentes? Viene el Carnaval. Cuidado.

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Anticipando la llegada del año nuevo recibí esta curiosa pero acertada nota: ¿Quién es Moderación y por qué tendría yo que beber con ella? Puntualmente la promoción de las bebidas alcohólicas se acompaña de leyendas: “Todo con medida. Evite el exceso. Consumo responsable. El abuso en el consumo de este producto es nocivo para la salud”.

¿Pero sabemos a ciencia cierta a qué se refieren esos crípticos mensajes, cuando el alcoholismo es ya una enfermedad cotidiana a pesar del empeño con que preferimos ignorarlo? Merced a nuestro guadalupanismo católico, la parábola parece ser el argumento preferido por la publicidad, autoridades y Secretaría de Salud cuando se trata de alertar al ciudadano.

La única advertencia medible local está en la Ley de Tránsito y Vialidad del Estado de Yucatán; artículo 328: “No podrán circular en las vías de jurisdicción estatal los vehículos cuyos conductores presenten una tasa superior de alcohol en la sangre (BAC) a 0.080 miligramos por 100 ml, o de alcohol en aire expirado (BrAC)  superior a 0.40 mg/litro”.

Desafortunadamente para la población, interpretar la importancia de estas cifras resulta más etéreo que las razones del tren de la línea 12 del Metro que se negó a transitar por rieles equívocos. 

Fuera de amenazas y castigos no existe instrucción práctica que advierta al bebedor de convertirse en un peligro −para sí o el prójimo−  al tener relaciones sexuales sin preservativo, cambiar un fusible quemado, dar un discurso a la nación u observar procazmente los atributos de la comadre en la reunión.

Viva la doble moral que se tapa  ojos, oídos y boca, como aquellos tres monos sabios, para no hacer nada en consecuencia.

La palabra moderación, entendida como una virtud, equivale a mesura, prudencia, humildad. Es tiempo de que los fabricantes nos expliquen a satisfacción qué pretenden decir en sus amañados avisos y emitan recomendaciones elementales que todo el mundo entienda para hacerse responsable.

Empederneuco, el libro oficial del chupe, recomienda suspender el trago por tres meses. Parece excesivo, pero es el punto. Dejar de beber. ¿O piensa que la industria alcoholera hará algo por usted después de haberse enviciado o cree que le importa que nuestros jóvenes mueran en accidentes de tránsito? Viene el Carnaval. Cuidado.

 ¡Vaya biem!

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