Presupuestos
Las empresas están cambiando su forma de vender y pretenden más convencer, pero ¿lo están haciendo todos?
Hace unos días recibí un correo electrónico de promoción o publicidad, procedente de un despacho que vende seguros de todo tipo, en el cual me presentaba y ponía a mis órdenes sus productos para mí en lo personal y para mi empresa, y al despedirse finalizaba con la frase: ¡Nos ajustamos a su presupuesto!
Me cuestioné si esa frase era realmente indicativa de un deseo de brindar un buen servicio. A primera vista parece que sí, aparentemente me están diciendo que, si no me alcanza con el importe que he decidido destinar a esta necesidad, me ayudarán a encontrar un producto más barato que “se ajuste” a mi presupuesto, con tal de vendérmelo.
Yo creo que para muchas de las necesidades o problemas que tenemos a diario existe un producto o servicio que lo soluciona o satisface adecuadamente, incluso, en algunos casos, podemos contar con un conjunto limitado, pero a fin de cuentas variado de opciones, que cumplen con ser satisfactores de esa necesidad, y que podemos adquirir a diferentes precios, entre los cuales es natural escoger el que implica una menor erogación.
Sin embargo, también pienso que muchas veces otorgamos, tanto proveedores como consumidores, demasiada importancia al presupuesto o al precio de las cosas, mucho más alta importancia que cualquier otro atributo del producto o servicio. Estoy convencido de que esto es una estrategia equivocada, puesto que podríamos estar adquiriendo cosas que no sirven para lo que necesitamos o simplemente no funcionan.
Otra frase muy socorrida es anunciar: “Mejoramos cualquier presupuesto”. Yo pregunto: ¿y mejoran las ventanas de aluminio que hace su competencia? ¿O los protectores de herrería? ¿El servicio de poda del jardín o el banquete que contrataré para los XV años de mi hija? ¿Mejorarán cualquiera que sea el producto o servicio que me están ofreciendo?
Todos hemos escuchado alguna vez que “lo barato sale caro” y también hemos comprobado lo verdadera que es. El simple hecho de elegir una opción de mayor precio (a la que no llamaría yo más cara) no garantiza una mejor calidad o mejor servicio, podría tratarse de un abuso o de una empresa que no ha sabido reducir sus costos sin perder calidad.
Entonces, ¿qué debe hacerse? Yo diría que, si eres proveedor, esmérate porque tu producto o servicio sea el mejor, que satisfaga lo que tu cliente necesita, que le resuelva su problema, que sea durable y confiable.
El precio es resultado de sumar lo que te cuestan los insumos y agregar una justa ganancia. Si eres consumidor, investiga, compara, cuestiona todo, interésate, pregunta a quienes ya han comprado el mismo producto, qué opinan las personas que han usado los servicios de esa empresa o básate en tu experiencia si ya los conocías, intenta conocer la trayectoria y reputación de sus propietarios, toma una decisión informada e inteligente.