Llorar en público

Ya decía San Agustín que las lágrimas son la sangre del alma, porque son las señales de tener un alma viva, entregada y palpitante...

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Barack Obama presentó un nuevo decreto presidencial para tratar de controlar en Estados Unidos el problema del casi irrestricto acceso a las armas, la propuesta es que todos los vendedores de armas tengan una licencia federal para comerciar. Actualmente muchos evaden este requisito sobre todo en ferias de ventas de armas o a través de internet. Además, Obama ha propuesto el control por medio de huella digital de todas las transacciones de compra-venta de armas.

Durante su discurso, repasó las principales tragedias que han enlutado al país. Con una audiencia repleta de familiares de niños y jóvenes víctimas de las armas de fuego, el Presidente, recordando a tantos niños muertos en medio de una violencia sin sentido, se conmovió hasta las lágrimas, todas las cámaras de las principales televisoras y las imágenes de los reporteros dieron cuenta de ello; así Obama dejaba traslucir el desgarro emocional que le brotaba desde las entrañas. Es así como las lágrimas acaban exteriorizando lo que en nuestro interior ocurre; en un mundo que privilegia la fortaleza, la seguridad y el control de sí mismo, Obama dejó a la vista de todos la intimidad de sus sentimientos.

No es el único que ha llorado en público, así Vladimir Putin al festejar desde un balcón con sus seguidores el haber logrado la presidencia en 2012 dejó ver con claridad cómo las lágrimas surcaban su rostro; el presidente de Brasil, Lula da Silva, se conmovió hasta las lágrimas en 2009 al hacerse público que Río de Janeiro había sido seleccionada para los Juegos Olímpicos de 2016; Margaret Thatcher, la primera ministra de Reino Unido, conocida como la Dama de Hierro, dejó ver a todos cómo sus mejillas se llenaban de lágrimas saludando desde la parte de atrás de su automóvil cuando por última vez salía de la Casa de Gobierno.

Todos y cada uno de los seres humanos hemos en algún momento traslúcido nuestra humanidad a través de las lágrimas; cuando éstas se dejan de esconder y se vuelven una manifestación pública de los sentimientos encerrados en el corazón es cuando los diferentes líderes del mundo, artistas intelectuales o religiosos proyectan lo más humano de su interior hacia quienes los contemplan, es cuando a través de estas perlas de agua y sal el ser humano exterioriza toda su humanidad y transmite al mundo a gritos quién realmente es y qué es lo que siente.

Acostumbrado a un autocontrol riguroso, el ser humano se limita en su expresión y deja de comunicar la esencia de su ser por el temor de verse como sentimental y emotivo, como si estas características no fueran parte de la naturaleza humana o debieran ser rechazadas como signo de debilidad.

Ya decía San Agustín que las lágrimas son la sangre del alma, porque son las señales de tener un alma viva, entregada y palpitante, son reflejo de la riqueza emocional que se desenvuelve y crece en nuestro interior y nos sirven de vínculo con los que nos rodean. No tener esta cauda de emociones y sentimientos deriva en la psicopatía que impide conmoverse ante el dolor ajeno.

Alphonse de Lamartine aseguraba que, después de la propia sangre, lo mejor que el hombre puede dar de sí mismo es una lágrima, ya que sin duda está entregando al otro lo más preciado de su intimidad: los sentimientos y emociones que dan forma a nuestros corazones. Por la misma razón Unamuno decía que el alma es un manantial que sólo se revela en lágrimas, ya que si nuestra aspiración ha de ser la de estar siempre alegres y felices, es en la fuerza emotiva de las lágrimas en donde se encuentran las verdaderas raíces de lo que somos y sentimos, cuando a través del agua y de la sal se revela la entera plenitud del corazón humano.

Otro grande, Víctor Hugo, aseguraba que el ojo ve bien a Dios solamente a través de las lágrimas, ya sea en la alegría o en el dolor, es cuando el ser humano completamente poseído por la emoción puede llegar a atrapar en su interior la trascendencia de un Dios que se encuentra en cada paso de su vida, pero junto al cual pasamos muchas veces sin percibirlo por tener la mente y el alma tan ocupadas que no nos damos la oportunidad de sentirlo.

El sabio Ling Yutang aseguró que en esta vida hay lágrimas y lo que importa después de todo es ante qué lloramos, en la Biblia se dice que donde esté tu tesoro ahí estará tu corazón, por ello podríamos decir que donde estén tus lagrimas ahí estará tu corazón, o parafraseando un viejo refrán diría: dime por qué lloras y te diré quién eres.

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