Ojo con el Sector Salud

Son sólo tres casos en los que instituciones públicas han fallado mortalmente en la atención de enfermos ¿cuántos más habrá que no conocemos?

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Hace unos días, en el Centro de Salud de Tizimín, bajo la jetatura de la Secretaría estatal del ramo que preside Eduardo Mendoza Mézquita, una mujer de 62 años de edad falleció en los pasillos de dicho sitio. Desde la noche había acudido con su esposo para buscar atención. Aparentemente sufría de problemas respiratorios, y el médico de guardia le practicó una nebulización.

No fue suficiente. La señora siguió mal. El galeno le dijo –según testigos que también buscaban atención- que si quería la podría volver a atender hasta en la madrugada. El profesional (si es que en verdad lo es) argumentó que, en ese momento, había una pila de personas y que no se daba abasto.

No pasó mucho tiempo y Celia Pech Kumul empezó a tener mayores problemas respiratorios y cayó al piso. En cuestión de segundos ya estaba muerta. El médico de guardia se acercó sólo para comprobar que, en efecto, La Parca acababa de saldar cuentas con otro ser humano.

Fue entonces que se informó al director del Centro de Salud tizimileño, Manuel Rodríguez Conrado, y éste se trasladó hacia su lugar de trabajo. Quién sabe qué rollo le echó a la familia de la difunta que los ánimos, aparentemente, no se caldearon.

Lo cierto es que admitió, posteriormente, que la doña había chupado faros, pero no por negligencia médica, tampoco por dengue o el famoso virus mutante de chikungunya, sino por insuficiencia respiratoria que no logró ser atendida porque había muchos pacientes. Así de simple. Tan, tan.

Y veamos antes. En junio pasado, una joven señora de 34 años de edad y con seis semanas de embarazo falleció por una complicación en su estado grávido, luego de no ser atendida en el Centro de Salud de Kanasín, la famosa “tierra de nadie” y donde los cráteres de la luna son una ridiculez comparados con los baches en cientos de calles de esa ciudad conurbada de Mérida.

Quizá sea más un “pueblote” con severas fracturas sociales, amén de la corrupción que impera en los niveles gubernamentales municipales, en pandillerismo que cobra vidas y los lupanares que gozan de la protección de los “buenos en turno” y que ahora van de salida cargados en sus cuentas bancarias.

¿Y qué sucedió con la señito? El personal de guardia se negó a darle atención médica con el pretexto de que “no tenía” Seguro Popular. Como pudieron, sus familiares la trasladaron al Hospital O’Horán donde falleció antes de llegar a ese nosocomio, el más famoso de todo Yucatán porque atiende de “tocho morocho” y siempre requiere de mejores condiciones para la salud de los pacientes, aunque por lo general sólo le dan lo mínimo.

Pero también, en enero de 2014, el propio secretario estatal de Salud, Jorge Mendoza Mezquita, informó que se investigaba la muerte de una mujer indígena embarazada, proveniente del municipio maya de Chacsinkín, y de sus gemelos. Los familiares de la occisa acusaron al sector salud de negligencia médica.

Se trataba de caso de la maya-hablante María Rosalía Mukul Chan. El titular de Salud del Gobierno de Yucatán afirmó que investigarían el caso de manera conjunta con el Comité Estatal de Muerte Materna y la Comisión Federal para la Prevención de Riesgos Sanitarios (Cofepris). La mujer dejó en la orfandad a cinco hijos menores, el más pequeño de ellos de apenas un año de edad, hace más de un año.

Sólo se han citado tres casos en esta columna, aunque llama la atención de que la Secretaría de Salud prefiera dejar pasar estas situaciones y que el olvido colectivo sea la “mejor medicina” para que, como siempre, el entorno de las actividades de dependencias estatales sea inmaculado, o sea, todo está bien, no pasa nada y, claro, cero protestas. Si el chiste es que Mendoza Mézquita obtenga una “estrellita” tipo kínder por su labor, mejor que los altos mandos del Ejecutivo consideren reprobarlo en la materia de “buena conducta”.

Dicen que dicen, en la cúpula de don Rolando, que el doctor Mendoza Mézquita ya no tiene muy buenas cuentas; algunos lo califican de indiferente y, sobre todo, alejado de las necesidades de las instancias médicas rurales, donde se registran grandes cantidades de lesionados graves y de muertos por diversas causas, una de ellas, la presunta negligencia médica. Por supuesto, eso “no” existe en la entidad.

Cierto es que los Centros de Salud de las comunidades mayas carecen de todo, hasta de curitas, pero no es menester que los doctores de guardia y de los turnos matutino y vespertino se vuelvan tan indiferentes o tan ignorantes para no valorar la gravedad en una persona; la prioridad allí es lo que cuenta.

No estaría mal que el doctor Eduardo Mendoza intervenga en el reciente asunto de Tizimín donde, con toda frialdad, el director de dicho Centro de Salud haya admitido que la sexagenaria murió al no ser atendida, so pretexto de que había muchos pacientes en turno.

Don Rolando podría echarle un ojo más clínico a estas muertes en donde acusan al sector Salud de “indiferente” y, claro, a su secretario, el doctor Mendoza Mézquita por hacer, aparentemente, nada.

Amiguitos y amiguitas, ya saben: sugerencias para que la ética y los valores primordiales de la medicina prevalezcan en los Centros de Salud de Yucatán, enviarlas a [email protected] y/o [email protected]

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