Como en botica

Me cuesta confiar en alguien que mide su éxito de acuerdo con sus amistades en Twitter, por ejemplo.

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Ya ve que he criticado mucho a quienes miden su popularidad con base en el número de likes en Facebook o de seguidores en Twitter. Bueno, pues apenas hace unos días me enteré que eso es gracias a personas que aconsejan a los pobres políticos incautos, que sí los hay, con necesidad de sobresalir. 

Este oficio de asesor es extraño. Seguramente usted entiende cuál es la función, pero si le pido que me explique exactamente qué hacemos, podría asegurar que le va a costar hacerlo. Creo que tiene que ver con que es tan amplio el campo de trabajo y tan diverso a la vez, que definirlo en pocas palabras es casi imposible. Es chistoso que me pregunten a qué me dedico y después me tengan que preguntar: pero, ¿qué es lo que haces? Pues hago un poco de todo, depende del cliente, de sus objetivos y de las circunstancias. Pero, sobre todo, depende de la ética. 

No crea que porque alguien estuvo ayudando en una campaña ya es un experto en hacer ganar candidatos; o porque alguna vez asistió a un grupo de enfoque ya es experto en investigar la percepción ciudadana.

La verdad es que es mucho de experiencia y sensibilidad y mucho más de capacitación y estudio. Uno debe ser humilde, quien tiene todo el conocimiento es la ciudadanía; pero sobre todo, uno debe ser honesto con sus asesorados. Me cuesta confiar en alguien que mide su éxito de acuerdo con sus amistades en Twitter, por ejemplo.

Eso de decir que soy amiga del gobernador en Facebook no significa nada porque soy parte del montón de gente que también es su amiga. O el decirle a alguien con aspiraciones a una candidatura que tiene todo para ganar y que la gente lo ama, aunque no sea así, sólo para no perder un trabajo, tampoco me parece correcto. Da un montón de pena hablar con ellos después y decirles que en realidad la gente no lo quiere porque es muy prepotente o poco carismático o porque simplemente no ha dado resultados. 

Y me tomo la libertad de agobiarlo con este tema porque es un problema muy común entre quienes nos dedicamos a las ciencias sociales. A veces no valoramos nuestra profesión u oficio y, con el afán e intención de hacernos ricos de la noche a la mañana, engañamos respecto a nuestra experiencia, para “mantenernos en la jugada” y la ética la cambiamos por andarnos codeando con los grandes políticos.

La competencia es el mejor de los impulsos para ser mejores y superarse, nunca me atrevería a bloquear o negarle la oportunidad de trabajar a alguien más, porque yo lo he vivido y no es nada agradable, pero sí les aconsejo que se preparen. Usted, político aspirante que me lee y que critico siempre, en el fondo ya siento que lo quiero, no se deje deslumbrar por un espejito. Hay muchas personas muy valiosas allá afuera y con mucha experiencia. Seamos serios.

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