Competencia bajo control

El Gobierno Federal anunció a los ganadores del proyecto del nuevo aeropuerto de la ciudad de México: un prestigiado arquitecto inglés y el yerno de un empresario mexicano.

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En septiembre de 2011, Milenio informaba de un par de jóvenes mexicanos residentes en Barcelona -a donde llegaron como estudiantes de doctorado- que ganaron el concurso de un importante proyecto arquitectónico a desarrollarse en Finlandia.

Entre 600 competidores de todo el mundo, poco conocidos y con muchas capacidades, demostraron tener la mejor propuesta profesional. Al preguntársele sobre la perspectiva de volver a México dijeron que tenían dudas, pues esas cosas son imposibles por estos rumbos.

Esta semana, el Gobierno Federal anunció a los ganadores del proyecto del nuevo aeropuerto de la ciudad de México: un prestigiadísimo arquitecto inglés y el yerno de un notabilísimo empresario mexicano. El concurso del que salieron victoriosos se desarrolló con gran sigilo entre una decena de invitados a participar.

Aun sin cuestionar ni la calidad del proyecto ganador, ni la limpieza del proceso de selección, cabe sin embargo preguntarse si esta forma de realizar las grandes obras públicas es la que más conviene a los intereses de la sociedad mexicana en su conjunto.

La idea de los concursos por invitación es una discutible alternativa a la facultad discrecional de asignación de contratos públicos.

Pero independientemente de la buena fe de quien convoque, lo cierto es que este mecanismo garantiza la limitación de oportunidades para todo tipo de profesionales y, además, la restricción de opciones para los gobiernos en su calidad de grandes consumidores de bienes y servicios.

Resulta particularmente chocante que el principal impedimento para someter a concurso las ideas de miles de talentosísimos arquitectos mexicanos, y también de extranjeros, sea el prestigio con que uno u otro funcionario valore a un extremadamente limitado número de potenciales contendientes.

La libre competencia -un socorrido argumento económico oficial- tendría que empezar por este tipo de proyectos. Es escandaloso que los arquitectos mexicanos puedan competir libremente por museos en Europa, pero no puedan ni siquiera ser convocados a las grandes obras de su país.

Este tipo de espacios son los que, además, permiten a un país encontrar y desarrollar sus propios talentos, generar prestigios profesionales, y no sólo correr frívolamente a consumirlos.

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