Hace unos días se cumplieron 115 años de la muerte de uno de los tres  grandes compositores de la época de oro de la trova yucateca: Pepe Domínguez, quien vio la luz primera el 16 de julio de 1900 en Dzidzantún, Yucatán, y falleció repentinamente en La Habana, Cuba, el 11 de enero de 1950.

A diferencia de sus célebres  compañeros Ricardo Palmerín y Guty Cárdenas, Pepe fue poeta y sus versos aparecieron publicados en el periódico La voz de la Revolución, dirigido por Ricardo Mimenza Castillo.

Entre sus canciones con versos de su propia autoría, destacan: Dulce muñequita, Tengo miedo de quererte,  Serenata,  Mañanita, Almendra roja, Milagrería, Tú bien sabes,  Punto final, Dentro de mí, Por fin, Cabecita loca, Tú como yo, la suite Mesticita de mi tierra y las jaranas Por yucateco y Bikín (Cuando). 

Lo más conocido de su producción musical la escribió con otros poetas: El pájaro azul y Aquel pájaro azul, con  Manuel Díaz Massa; Aires del Mayab, Granito de sal y Manos de armiño, con Carlos Duarte Moreno; Torcacita, Flor del mal de amor y  Plenilunio, con  Ermilo Padrón López; Beso asesino,  Aquel beso y Mérida noble, con Víctor M. Martínez, y La Rosa, con Manuel Martínez Herrera.

Pepe grabó en la ciudad de México  e hizo exitosas giras a  Cuba en 1926, 1929 y 1949, acompañado de Felipe Castillo Vega, en la primera, y con su Quinteto Mérida, en las siguientes. Allí desarrolló un cáncer fulminante que le causó la muerte.

Su cadáver fue traído y sepultado en Mérida. En enero 14 de 1962, sus restos fueron trasladados al Monumento a los Creadores de la Canción Yucateca, en el Cementerio General, donde reposan a perpetuidad junto a los de Ricardo Palmerín y Guty Cárdenas.