Los niños del futuro

Ahora que llevo a mis sobrinas al teatro, pienso en las veces que mi madre nos llevó a nosotras cuando niñas.

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Mucho nos quejamos de la obsesión de los niños por los juegos electrónicos, pero poco hacemos para brindarles opciones menos enajenantes. Ahora que llevo a mis sobrinas al teatro, pienso en las veces que mi madre nos llevó a nosotras cuando niñas. 

Ella nos hizo el hábito de asistir a espectáculos de danza, música y teatro, sin saber que estaba encaminándome a una profesión que se volvería el gran acierto de mi vida.  

Pregunto: ¿cuántos papás ven en el arte una opción para compartir con sus hijos? Hay obras que son vacunas contra el teatro, y en verdad lamento la poca conciencia que tienen algunos grupos; incapaces de pensar que un teatro tan mal hecho sólo ahuyentará a nuestro público del futuro. 

Dice Juliana Faesler que escribimos sobre la memoria pues nos sentimos más seguros hablando del pasado, rechazamos cualquier certeza de futuro. Quizá por eso no somos capaces de ver la maravilla de compartir un momento teatral con un niño, de pensar que ese encuentro con el arte es significativo y se volverá una necesidad en el futuro adulto. 

Mi sobrina Estrella dice que cuando sea grande será titiritera, bromeo con ella y le digo que prefiero que sea cirujano plástico para que cuando yo sea vieja ella “levante todo lo que se caiga y quite todo lo que sobra”, pero ella insiste en que será titiritera, juega a hacer títeres con sus calcetines y a crear personajes con las prendas que pasan por sus manos. 

Cuando la veo jugando no puedo dejar de saltar al futuro, me imagino de vieja llegando al teatro, sentarme en la butaca e intentar reconocer las manos de mi sobrina entre todas las manos que manipularán los títeres. 

Estrella es un poco antisocial, no disfruta los abrazos, pero después de las funciones siempre pide ver a Andrea Herrera y corre a darle un abrazo: ese abrazo cariñoso y apretado que surge cuando alguien nos da un regalo especial. Se que los niños son cambiantes y no hay certeza de que ella se dedique a ese oficio. 

Lo que me encanta cuando la escucho afirmarlo, lo que me hace feliz y me lleva a creer que estoy haciendo algo importante al llevarla al teatro Pedrito a ver a los mejores títeres del Estado es escuchar que ella  construye una certeza de futuro. Eso es algo que le debemos a los niños, ante un presente tan siniestro; un futuro amoroso. 

Quizá Estrella no será titiritera, pero hoy es una niña feliz, sabe que el arte no es sólo un momento, es una opción de desarrollo personal, que un día puede ser la elección de su vida.

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