En su estreno, en junio pasado, la prueba del Plan Nacional para la Evaluación de los Aprendizajes (Planea) confirmó lo que la prueba Enlace nos mostraba año tras año: los bajos niveles de desempeño en el sistema educativo nacional, durante y al final de la primaria y de la secundaria. Los pobres aprendizajes fueron consecuencia de la gran  desigualdad entre los estudiantes procedentes de distintos contextos sociales, haciéndose más evidentes en los estados con bajo índice de desarrollo como Oaxaca y Guerrero. Al menos eso dicen el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE) y la Secretaría de Educación Pública.

Ya nadie se espanta con los resultados obtenidos en lenguaje y comunicación, pues sólo 2 de cada 10 alumnos del sexto grado de primaria se ubican en el nivel más alto siendo aptos para comprender textos argumentativos como artículos de opinión. Otros 5 alumnos están  en el nivel más bajo y  apenas pueden seleccionar información sencilla. Los últimos 3 apenas comprenden lo que leen. En matemáticas estamos peor, ya que 6 de cada 10 alumnos no pueden resolver problemas aritméticos, unos 2 sí lo pueden hacer, poco más de uno puede calcular un perímetro y menos de uno puede calcular áreas y promedios. En secundaria, el vapuleo fue menos doloroso, pero siempre dolió.

En Yucatán, los resultados estatales en lenguaje y comunicación en educación primaria nos ubicaron en el lugar 18, apenas debajo de la media nacional. En matemáticas nos desfondamos aún más abajo de la media nacional ocupando el lugar 23 de la lista. En secundaria la cosa mejoró, pues en lenguaje y comunicación ocupamos el lugar 10, siete puntos arriba de la media nacional.  En matemáticas nos quedamos en el lugar 11, tres puntos arriba de la media nacional.

Quedaron pendientes los resultados de la evaluación de las habilidades para la convivencia escolar, mismos que se están analizando y se darán a conocer a principios de 2016.

Nuevamente los resultados no son alentadores, tampoco los cambios educativos pueden ocurrir de la noche a la mañana, y mucho menos la reforma educativa y la evaluación docente sacarán al “buey de la barranca”; se requiere de un esfuerzo inteligente que permita elaborar planes de estudio acordes con la realidad y las necesidades del país para tener una educación de calidad. Dejemos atrás el pase automático de los alumnos disfrazado con el acuerdo número 696 de septiembre de 2013 de la SEP.