Consumidores sobreinformados

Hay que detenernos a cuestionar la información que llega a nosotros, por el medio que sea.

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En la sala de espera de un aeropuerto, donde al menos una de cada tres personas tenía en sus manos una tablet o un celular, pensé en las montañas de información a las que estamos expuestos diariamente. 

Estos días estar sobreinformados no es novedad. Los medios se han metido en nuestra realidad, hoy somos lo que comunicamos, lo que decimos, lo que consumimos a través de ellos.

Nuestras interacciones sociales están fundadas en la información que recopilamos a lo largo del día. Y esto no es garantía de que la información que nos llega, sea precisamente la que participa en nuestro crecimiento como personas y como sociedad.

Se estima que un adolescente promedio en una hora recibe más mensajes sobre noticias, anuncios publicitarios, llamadas, correos, que los que el abuelo recibía en una semana.

Las tecnologías han provocado la multiplicación de los medios. Ya no hay rincón donde nos podamos esconder, la comunicación nos alcanzará. Pero, ¿cuáles son las consecuencias? Somos receptores permanentes, que consciente o inconscientemente nos exponemos a una gran cantidad de mensajes, opiniones y demás datos, que son difíciles de filtrar. 

El análisis se queda en la raya, y los consumidores, sin poder discernir entre lo que es verídico y lo que no.

Antaño, el valor de la información iba asociado a diversos parámetros, en particular al de la verdad. Hoy parece que la información es una mercancía y no sabemos si es un espejo fiel del mundo en el que vivimos. Esa es una cuestión que resulta más pertinente que nunca.

Resumen: hay que detenernos a cuestionar la información que llega a nosotros, por el medio que sea. El lado amable de esto, es que por muchos medios se puede cuestionar, indagar; vale la pena invertir tiempo en documentarse, revisar no una ni dos fuentes de información. Hay que buscar las que sean necesarias y suficientes. De otra forma, se convierte en un consumo mediocre. También, hay que valorar que hay un mundo de posibilidades frente a nuestras narices para mejorar como especie, estando más comunicados, más informados, más educados.

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