Contra la discriminación y el desprecio

En el caso de Lady Chiles ¿No les bastó humillar a la señora y despedirla? ¿Necesitaban además la aprobación pública?

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Veo en las redes el video de “Lady chiles”, en el que la patrona increpa a su empleada doméstica porque se “robó” un chile para convidar a su hijo.

En los cuatro minutos de grabación, la mujer increpa con prepotencia a su empleada, la acusa de ladrona, mentirosa y mal agradecida. Argumenta con exacerbado poder que siempre ha sido generosa con ella ¡y que nadie puede comer dos chiles en nogada! Aunque pregunta, no espera respuesta, interrumpe los débiles intentos de la empleada y prácticamente se avienta un soliloquio donde presume su buen trato y gentil forma de ser: “Se te da de sobra, tú puedes comer lo que nosotros comemos”. Se enaltece de convidar sus alimentos a alguien inferior. 

El penoso episodio no hubiera pasado a más de no ser porque ellos mismos subieron el video en la red; sintieron que debían compartir tan importante suceso con la sociedad. ¿No les bastó humillar a la señora y despedirla? ¿Necesitaban además la aprobación pública? ¿No vieron el video y se descubrieron en un acto totalmente reprochable y vergonzoso?

No existen protocolos o leyes que dicten la manera de tratar a una empleada doméstica, labor con la que muchas mujeres sacan adelante a sus hijos y -como la señora dice- suelen llevar comida, ropa, libros y cuanta cosa les regalen las patronas para compartir con ellos.

Lo sé bien porque mi madre se dedicó a ello. Algunas veces las patronas le regalaban cosas rotas o descompuestas pero ella insistía en guardarlas para que, si alguna vez la patrona visitaba la casa, viera que su “regalo” estaba ahí. 

También hay empleadas deshonestas, que roban o abandonan sin avisar. No todo es negro o blanco. Quizá es buen tiempo de establecer leyes que protejan a ambas partes y establezcan un trato justo.

Al final del video el patrón dice: “No es lo desechable, es la acción”. Hay que hacerles notar que la empleada tampoco es desechable, que de ninguna manera merece el escarnio por el que intentaron hacerla pasar y como en la vida toda acción da su vuelta, hoy son ellos los que viven señalados en el ojo público.

Sé que mis palabras no llegarán a sus ojos y menos a su corazón, pero quiero decirles que mi madre fue empleada doméstica toda su vida, mantuvo a sus cinco hijos con ello, muchas veces llegaba a casa con tuppers de comida regalada por sus patronas, pedacitos de sabores que para nosotras eran una fiesta y nos enseñaron la bondad de compartir sin esperar nada a cambio.

Alguna patrona le regalaba libros, ésos llegaron a mis manos y, gracias a ello, hoy escribo ésta y muchas otras letras que se levantan en contra de la discriminación y el desprecio a la gente humilde.

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