Contra la gendarmería

El secuestro de niños por un estado que practica el terror extensivo, ha sido una penosa repetición histórica.

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Este 14 de enero murió en México, la patria que adoptó, el poeta universal Juan Gelman. Salió de su natal argentina en 1975, en una peregrinación de denuncia de los excesos del gobierno de la entonces presidente Isabel Perón. En ese viaje lo sorprendería el golpe de 1976 y el inicio de la sangrienta dictadura militar que lo llevaría a un exilio itinerante, hasta que decidió asentarse definitivamente en México, en donde permaneció sus últimos 25 años. 

La desaparición de su hijo y su nuera embarazada a manos de la dictadura lo llevó a luchar años contra esas dos cabezas de hidra del terrorismo de estado: el olvido y la impunidad. Encontró los restos de su hijo en un bloque de cemento hundido y a su nieta viva en Uruguay, dada en adopción a otra familia. ¿Quién si no él podría convocar, como lo hizo en 2008 al recibir el Premio Cervantes, a “rescatar la memoria histórica para poder limpiar el pasado y abrir las puertas a la verdad y la justicia. Las heridas aún no están cerradas… Su único tratamiento es la verdad”.

No en balde Baltazar Garzón, juez cazador de vampiros, declaró conmovido que “Gelman hizo más por la Justicia que miles de jueces”.

El secuestro de niños por un estado que practica el terror extensivo, ha sido una penosa repetición histórica. Fue un crimen largamente ocultado por la dictadura franquista y emulado por sus afortunadamente fallidos sucesores del otro lado del mar, pero que hoy nos muestra  en toda su crudeza la restitución de la memoria.

El Gelman escritor fue inseparable del luchador social y antiautoritario; sin embargo, como otros grandes poetas transterrados -pienso en Alberti-, su poesía jamás se contaminó de libelos. 

De la importancia de su obra y de la enormidad de su vida y de su muerte, que aún no asimilamos, habla la amplísima cobertura. Milenio ha dedicado al poeta que fue su colaborador noticias y semblanzas, un importante espacio para enmarcar su vida y su obra. Como pocas veces, el escritor es recordado con sus propias palabras, homenaje mínimo a quien nos dio a todos precisamente eso, su palabra, como sustento y amistad, que es un poco lo que ocurre cuando la inspiración de otro nos inspira. 

Exactamente un año antes de su partida, el poeta estuvo en Mérida como invitado especial en los eventos culturales conmemorativos de la ciudad, leyó poesía y conversó de ella con Rubén Reyes, poeta nuestro, que seguramente podrá en algún momento rememorar esos días para nosotros. 

Pasado el duelo íntimo de la familia, vendrán los homenajes. Podemos comenzar leyendo sobrepuestos al poeta y al libertario, como cuando Gelman habla de un hombre que deseaba violentamente a una mujer, locamente volar y ardientemente la revolución, lo que “a unas cuantas personas no les parecía bien… / y contra la opinión de la gendarmería / trepó sobre muros secos de lo debido, / abrió el pecho y sacándose / los alrededores de su corazón, / agitaba violentamente a una mujer, / volaba locamente por el techo del mundo / y los pueblos ardían, las banderas”.

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