Corazón y mente en equilibrio

El varón puede aprender de la mujer la calidez y emotividad de las palabras y la mujer puede aprender del varón la riqueza del silencio que acompaña sus actos.

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Es muy importante reconocer y aceptar los valores femeninos y los masculinos.- Deborah Tannen, escritora                              

Una gran diferencia entre el hombre y la mujer es que: para la mujer es importante que las cosas se digan; para el hombre lo es que las cosas se hagan. 

El silencio en la comunicación masculina es porque prefiere la acción o que no puede o no sabe cómo conectar con sus emociones y sentimientos para ponerles nombre y expresarlos con palabras. El primer tipo de silencio masculino es inherente a su identidad y muchas veces ese silencio acompaña acciones conmovedoras de solidaridad y entrega. 

Las mujeres nos quejamos de que a los varones no les gusta hablar, “no cuentan sus cosas”, hay que “sacárselas con tirabuzón”. Esto le ocurre al varón cuando se trata de hablar de sus sentimientos, de sus crisis, de sus penas, de sus temores, de sus cosas más profundas. Allí donde naturalmente las mujeres hablan, los hombres callan y no sólo ante ellas sino también con sus congéneres. Por ejemplo: una situación afectiva, familiar, laboral, etc., que ha sido vivida y compartida por una mujer y un hombre, las amigas de ella la sabrán más pronto que los amigos o conocidos de él y tal vez aquéllos ni lleguen a enterarse. 

Las mujeres tenemos redes de información y complicidad que los hombres no tienen; en nuestra conversación priorizamos el sentimiento mientras el varón enfatiza los hechos; la sensibilidad la ve como una característica femenina. Mientras la mujer indaga, transmite, busca en lo afectivo para exponerlo y compartirlo, él quiere defender su vulnerabilidad, no demostrar debilidad, o sea sus sentimientos, y al ser parco de palabras conserva una apariencia de poder, fuerza y control. 

De allá la leyenda “las mujeres hablan sin pensar” (y toda leyenda tiene una pizca de verdad), ya que las palabras femeninas, generalmente, van con más facilidad del corazón a la boca sin pasar por la mente. 

El varón puede aprender de la mujer la calidez y emotividad de las palabras y la mujer puede aprender del varón la riqueza del silencio que acompaña sus actos.

Esta reflexión es sólo mi punto de vista que comparto con todo respeto.   

¡Ánimo! Hay que aprender a vivir.

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