La crisis de noticiarios

El periodismo y el entretenimiento no son lo mismo. Jugar al periodismo ciudadano es solo eso, un juego que ni siquiera debería incluir la palabra periodismo.

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Vamos a decirnos la verdad, hay mucha gente que ya no cree en los medios de comunicación, especialmente en la televisión.

¿Por qué? Porque, según estas personas, los noticiarios mienten, manipulan, están vendidos y trabajan para intereses muy particulares.

¿Le sigo? No, mejor reconozcamos que tenemos un problema, un problema que no es nuevo, pero que hoy se nota más y que si no se corrige, podría arrastrar a la industria hacia una crisis sin precedentes.

¿En qué consistiría esa crisis? En la pérdida de la influencia.

Si nuestros noticiarios y mesas de análisis pierden su capacidad de influir en las audiencias, dejarán de vender.

Si dejan de vender, desaparecerán de la pantalla, muchas personas se quedarán sin trabajo y meterán en tan tantos problemas a sus responsables, que más de un grupo empresarial perderá posiciones.

Por si todo esto que le acabo de decir no fuera preocupante, a este conflicto tan local hay que sumarle las grandes broncas del periodismo mundial.

¿Qué es la nota hoy? ¿Lo que siempre ha sido noticioso o lo que vende?

¿Cuál es el trabajo del periodista en la actualidad? ¿Hacer la labor profesional para la que se capacitó durante años o entretener a las multitudes?

¿Quién es la fuente en este momento? ¿Una instancia confiable o una puntada publicada en las redes sociales?

Si usted creía que los medios de comunicación de este país tenían un problema. No, señor. No, señora. Tienen muchos.

Y aunque la actitud sea de triunfo, soberbia y autosuficiencia, urge un replanteamiento, urge que la gente vuelva a creer.

¿Por qué le estoy contando esto? Porque yo, como miles de personas en México, Estados Unidos y en toda nuestra región del continente, vi el domingo pasado el final de la última temporada de la serie The Newsroom por HBO y la experiencia me dejó girando.

Como usted sabe, The Newsroom es una serie producida por los genios Aaron Sorkin (The Social Network), Alan Poul (Six Feet Uner y Scott Rudin (No Country for Old Men) sobre lo que pasa a nivel personal y profesional en los canales que se dedican a transmitir noticias las 24 horas del día.

Ese final es ya material obligado para todo aquel que trabaje haciendo periodismo en medios electrónicos de comunicación.

Ese desenlace dijo, en dos capítulos de una hora, mucho más de lo que se dice en un semestre de clases de periodismo en la mayoría de nuestras universidades.

Pero deje usted el valor que puede llegar a tener para los que estamos de este lado de la realidad, es algo que toda persona debe ver.

Las razones son muy simples. Primero, porque se trata de historias capaces de llegarle al alma a cualquier ser humano, independientemente de su oficio.

Y segundo, porque todos, absolutamente todos, estamos expuestos a la influencia de los medios de comunicación y las redes sociales.

No le voy a vender trama porque no le quiero echar a perder la experiencia, pero le voy a describir una escena:

Imagínese que uno de estos canales de noticias, obligado por las fusiones corporativas y los cambios en el mercado, más que por una verdadera vocación, le está entrando al tema del internet.

Esa empresa acaba de desarrollar una aplicación para que su público practique periodismo ciudadano y vaya denunciando cosas a su paso.

Como urge mover la aplicación, llega la orden de que en el noticiario más importante de ese canal se promueva este mecanismo entrevistando a la persona que la inventó.

Llega la hora de la entrevista, pero la conductora del noticiario, en lugar de jugar a las ventas, decide hacer periodismo de verdad y comienza a cuestionar al inventor.

Imagínese usted, por favor, la entrevista desde la perspectiva ética y profesional. ¡Imagínesela!

El resultado es demoledor. El periodismo y el entretenimiento no son lo mismo. Jugar al periodismo ciudadano es solo eso, un juego que ni siquiera debería incluir la palabra periodismo.

Todo esto es un desastre donde ya nadie se informa de nada, donde ya nadie sabe nada y donde la gente, que debería estar más consciente que nunca, está más estúpida.

Muy divertida, eso sí, pero más estúpida. Fin de la escena.

Y esto que le acabo de contar es nada en comparación con todo lo que sucede en los últimos dos capítulos de The Newsroom.

¿Pero sabe qué es lo más emocionante de todo? Que el desenlace es positivo, propone, compone y que nunca, ni por accidente, coquetea con la estructura telenovelera de la mayoría de las series de televisión que hemos estado viendo en los últimos años.

Al contrario, si usted sintonizó esto desde la temporada uno encontrará un tono mucho más real y una admirable relación entre las últimas escenas y las primeras. ¡Es prodigiosa!

Luche con todas sus fuerzas por ver la repetición del final de la serie The Newsroom por HBO. No solo le va a encantar, aprenderá de periodismo y de la vida. De veras que sí.

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