Cruzada de buena voluntad

El presidente Enrique Peña Nieto pone en marcha la Cruzada Nacional contra el Hambre, flagelo que afecta a millones de mexicanos y amenaza con volverse más grave

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El presidente Enrique Peña Nieto pone en marcha la Cruzada Nacional contra el Hambre, flagelo que afecta a millones de mexicanos y amenaza con volverse más grave, dada la situación mundial y la dependencia alimentaria del país.

A nivel internacional, los precios de los alimentos alcanzan las cotas más altas, mientras la producción sigue concentrada en unos cuantos países, igual que las reservas, que en el caso de granos y oleaginosas son de tan sólo un 20 por ciento del consumo anual del mundo; los líderes del libre comercio no tragan su propio anzuelo, como los Estados Unidos, que constituyen sus reservas como una decisión geopolítica, mientras nosotros todavía nos revolcamos en el falso dilema entre la soberanía alimentaria o el libre mercado. Crece la factura de las importaciones de alimentos que pasaron  de sumar 79 mil millones de dólares de 1992 a 2001, a 176 mil millones de 2002 a 2011; tan sólo las importaciones de maíz crecieron en los mismos períodos, de 37.3 millones de toneladas a 73.2 millones. En 2010  importamos un volumen equivalente al 35.6 por ciento del maíz que producimos, el 83.8 por ciento del trigo y el ¡388.9 por ciento! del arroz, casi cuatro veces más de lo que producimos. Crece la dependencia, pues cerca del 80 por ciento de las importaciones de cultivos básicos y cárnicos vienen de los “primos” yanquis.

Ya ni hablar de la debacle productiva del campo y sus consecuencias en la población rural, la más pobre y vulnerada por el hambre: pérdida del patrimonio, empezando por el productivo, desempleo, migración. Todo esto pone a México en el semáforo amarillo de la inseguridad alimentaria, pues cualquier reducción en la producción por factores climáticos, por la precaria situación económica mundial, por desajustes cambiarios y una larga lista más, nos puede poner en una verdadera emergencia alimentaria. 

Las cifras de la pobreza en México tienen connotaciones africanas, muy detrás de los países desarrollados y muchos de los emergentes. Uno de cada cuatro mexicanos padece carencias alimentarias y el 70 % de los hogares tiene algún grado de inseguridad de este tipo.

Obviamente quienes más resienten esta situación son los pobres, pues cualquier variación en la oferta y los precios los coloca ante el riesgo más directo: comer menos.

Se justifica plenamente entonces el nombre de cruzada y su implicación de formar un amplísimo frente de batalla para realizarla, con el sentido de urgencia que de suyo tiene la inaceptable situación de millones de mexicanos. Una generosa conciliación de esfuerzos es indispensable, aunque a López Obrador le parezca que la cruzada es una herramienta para comprar voluntades. No es necesario, digo yo, si lo que se pide es un poco de buena voluntad, de esa que se supone libre y gratuita.

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