Cuando les damos todo

Vivimos en la única generación en la que los padres le tenían terror a sus padres y ahora le temen a sus hijos; bajo una falsa premisa: 'Quiero que mis hijos tengan todo lo que yo no tuve'.

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¿Qué quieren los padres para sus hijos?, preguntó Jorge Bucay la semana pasada en la FILEY; casi inmediatamente contestó una madre: Que estudien, Que tengan éxito, se escuchó un poco más atrás, y así, como lluvia, comenzaron a llegar diferentes respuestas: que tengan un buen trabajo; que no sufran; que tengan una familia, pero al final todo llega a la misma conclusión y fue obtener cosas que los llevaran necesariamente a un fin último llamado felicidad, demostrando que el amor que sienten nuestros padres hacia nosotros, como hijos, es totalmente incondicional.

La siguiente pregunta obligada fue: ¿Y los hijos, qué quieren de los padres?, y aunque se aventuraron algunas reflexiones, la respuesta final fue: TODO, y es cierto, nosotros como hijos queremos todo de nuestros padres: su respeto, su amor, su compañía, su comprensión, la casa, el coche, la vida, todo; pero como padres el acto más grande de responsabilidad está en que, aunque les puedan proporcionar a los hijos “su todo material”, éste no sea dado por completo, porque, cuando una persona tiene todo en la vida, deja de luchar, de buscar, de soñar y cuando se pierde eso, se comienza a perder el camino.

La semana pasada toda la ciudad hablaba de un solo tema, que seguirá siendo tema principal por lo menos unas semanas más, y me refiero a la privación ilegal de la libertad de una señora mayor por parte de dos adolescentes, que, para delirio de muchos, ni eran fuereños, ni eran de un nivel socioeconómico bajo. Días después del acontecimiento transcendió que pertenecían a una familia acomodada, con privilegios que ante cualquier problema, dificultad o acto ilícito, acudía a su rescate; es decir, no había ningún medio correctivo por parte de alguna autoridad, ni por los padres; sin consecuencias, sin remordimientos, sin disculpas.

Vivimos en la única generación en la que los padres le tenían terror a sus padres y ahora le temen a sus hijos; lo anterior, bajo una falsa premisa que muchos padres dicen y piensan: “Quiero que mis hijos tengan todo lo que yo no tuve” y se pide y exige más y más, los límites desaparecen, las normas y pautas que deben enseñar los padres se van y aparece el que se sientan como merecedores de todo de sus padres y viven en una realidad que no existe. 

Entonces, ¿qué necesitamos? Por parte de los padres no cerrar los ojos a la realidad de estos tiempos, para recuperar la idea de que deben ser los guías, sin imposiciones y sin violencia, llegar a la conciliación con comunicación, pero sin gritos.

Aclarando que está bien enfatizar los derechos de los niños, niñas y adolescentes internacionalmente reconocidos, pero de igual manera recordar sus deberes, generar el sano equilibrio, porque cuando se pierde, la balanza se inclina sólo hacia un lado.

Yucatán está en riesgo y tenemos que empezar a enseñar a nuestros hijos sus deberes y responsabilidades, así como las consecuencias de sus actos. Veamos lo sucedido como una oportunidad para lograr el regreso de la paz.

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