Cuidemos todos al arrecife

Según un estudio realizado por la Universidad de Quintana Roo en 2009, unos mil 400 buzos por día exploraban los arrecifes de la Riviera Maya...

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Según un estudio realizado por la Universidad de Quintana Roo en 2009, unos mil 400 buzos por día exploraban los arrecifes de la Riviera Maya, sobre todo en Cozumel. Hoy las autoridades calculan aproximadamente dos mil 500 en cada jornada. Esto, por supuesto, está deteriorando al rico ecosistema submarino.

Cozumel es parte del Gran Arrecife Maya, perteneciente al sistema mesoamericano, el segundo más importante del mundo. El primero es el australiano. En el de Cozumel, miles de especies convivían de manera armónica hasta la llegada del hombre con actividades acuáticas, de la contaminación, de especies depredadoras y otros problemas asociados. Los más de 90 mil habitantes de la isla también vivían con relativa tranquilidad porque el sustento estaba asegurado; ahora, ya no tanto.

Aun cuando existen campañas de protección a las especies marinas y los gobiernos declaran áreas naturales protegidas, la gente no logra tomar conciencia del riesgo potencial de seguir saturando el arrecife. Las acciones coordinadas entre el Ayuntamiento de Cozumel y el Parque Nacional Arrecifes han logrado paulatinamente -pero no lo suficiente- que se respeten al máximo ciertas zonas, como “El Cielo”.

De manera oficial, los arrecifes con sus distintas variedades de corales están protegidos bajo la NOM-059-SEMARNAT-2010, y particularmente dentro del Área Natural Protegida en el Parque Nacional Arrecifes de Cozumel. Pero el riesgo es latente y se agrava con una sobreexplotación del buceo en una zona delicada donde se han detectado malas prácticas, ha denunciado la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas.

Es un hecho innegable que las malas prácticas las ejecutan cientos de estos dos mil 500 buzos que exploran el lecho marino. Tan sólo en el primer semestre fueron expulsados al menos tres prestadores de servicios turísticos por violaciones a la reglamentación de buceo dentro del Parque Nacional, aunque no se han podido erradicar las maniobras nocivas. El castigo, pues, no ha servido como escarmiento.

Lo cierto es que se siguen levantando sedimentos, se continúa alimentando de mala forma a cientos de especies, se prosigue con la interacción dañina y el impacto directo es irrevocable.

El daño provocado por las acciones del hombre ha generado también la apertura de un mercado de consumo de especies exóticas, como la del pez león, que sin embargo conlleva un riesgo inevitable. Que el pez león esté en los menús es parte de las consecuencias de una devastación y no de la solución a parte de los problemas ocurridos bajo el mar.

En concreto: las acciones preventivas son necesarias junto a las de conservación, pero el respeto y el cumplimiento cabal a las disposiciones deben vigilarse. Una orden dada y no vigilada, de nada sirve. 

Para comenzar, los buzos, los habitantes y los prestadores de servicios turísticos deben tener conciencia del respeto al medio ambiente y a un ecosistema tan frágil como este. Comencemos por denunciar las malas prácticas y exigir el castigo cuando se compruebe el daño. La culpa no cae sola.

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