De la Ibero al Poli

No puede catalogarse sino de eficaz un gobierno que, haciendo patente su oficio político, ha logrado sacar, por consenso, las modificaciones legales que por más de dos décadas, a pesar de 12 años de alternancia, permanecieron congeladas.

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No cabe duda de que Enrique Peña Nieto, su gobierno, sigue sorprendiendo por su eficacia, sobre todo a la sombra las falsas expectativas creadas, con buen tino mercadológico, a partir de los traspiés que hubo de sortear en su campaña política en una Feria del Libro de Guadalajara y en el campus de la Ibero, en el DF, que, conforme a opiniones autorizadas, pudieron haber contribuido a que sus contendientes, AMLO sobre todo, al subvalorarlo, perdieran la perspectiva de sus capacidades reales para ejercer el poder.

Lo que ha dejado claro que, contra lo que afirmaba el tabasqueño, Peña es mejor gobernante que candidato.

Porque no puede catalogarse sino de eficaz un gobierno que, haciendo patente su oficio político, ha logrado sacar, por consenso, las modificaciones legales que por más de dos décadas, a pesar de 12 años de alternancia, permanecieron congeladas.

Un gobierno que habiéndose despojado de la ceguera y la prepotencia del poder, ha renunciado a imponer sus condiciones con el único apoyo de su partido, para buscar a través del diálogo y la negociación los puntos de encuentro con las demás fuerzas políticas. Un gobierno que privilegia los resultados porque cree en la rendición de cuentas y quiere entregarle buenas cuentas a la sociedad.

Esto es lo que se refleja en el comportamiento de hoy del Gobierno Federal en relación con el movimiento de inconformidad expresado por los estudiantes del Instituto Politécnico Nacional a raíz de las pretendidas modificaciones en el Reglamento Interno y los Planes de Estudio que quiso imponer unilateralmente su directora. Conducta que paradójicamente puede contribuir a reestablecer las relaciones del Estado mexicano con el Movimiento Estudiantil que quedaron rotas desde el 68.

Y está claro que no se trata, así se ha advertido, de establecer relaciones de subordinación, ni de proselitismo, ni de cooptación partidista a los estudiantes. Se trata de construir una relación de respeto entre una parte importante de la sociedad que demanda atención y servicios y un Estado que debe proveerlos. Esa es la tónica de su respuesta a las peticiones razonables de los estudiantes.

Pero también de respeto mutuo para evitar, por otra parte, que el gobierno se convierta en rehén de la llamada “industria del plantón” y de los grupos de presión, como les ocurrió a Fox y Calderón con sus aliados del magisterio y continúa sucediendo hoy con los gobiernos de Oaxaca y Guerrero sometidos a los caprichos facciosos.

Porque, a diferencia de los expresidentes panistas, Enrique Peña, si bien encabeza un gobierno pragmático que privilegia los resultados, con su manera de ejercer el poder demuestra que además tomar muy en cuenta las enseñanzas de la historia, incluyendo la actual,  exige  la plena congruencia de todos los actos de su gobierno con su proyecto de nación. Exigencia que vale también para todos sus colaboradores.

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