A partir de los años 70’s, México apostó por un modelo de desarrollo que en aquellos tiempos, había sido exitoso en varios destinos del Mediterráneo y que buscaba potenciar la llegada de turistas internacionales al país, generar inversión extranjera y recabar divisas, para estabilizar la balanza de pagos en un momento de crisis de otras actividades económicas que generaban dinero de exportaciones, como el petróleo.

Este modelo, que ha tenido y sigue teniendo ventajas a nivel macroeconómico, es conocido como modelo de turismo tradicional o modelo de turismo de masas, y fue reconocido por el turismo de las tres S’s, por el tipo de oferta que promovía: Sun (sol), Sand (arena, en referencia a las playas) and Sea (por la oferta concentrada en ciudades costeras).

El desarrollo de los Centros Integralmente Planeados de el entonces INFRATUR, hoy FONATUR, resultó exitoso en lo económico, sin embargo, generó impactos ambientales y sociales importantes en los destinos donde fue desarrollado; y a pesar de que hoy puede ser visto como un modelo que cumplió con los objetivos que tenía planteados, es importante recalcar que es necesario buscar un cambio en el mismo.

Con base a la realidad actual, al cambio en los mercados, a la necesidad de tener un mejor turismo para todos, y de tener una visión de desarrollo más a largo plazo, ha surgido la propuesta de migrar esas tres S’s que identificaron al modelo en los años 70’s, 80’s y 90’s, a otra interpretación.

Hoy se busca que el turismo sea: Sustainable (sustentable), Social (socialmente responsable) y Solidary (solidario).

Sustentable dada la necesidad de encontrar este equilibrio entre los aspectos económicos, ambientales y sociales, de generar destinos y productos que incluyan dentro de sus objetivos no solo el ingreso económico, sino una mejor distribución del mismo y, por supuesto, la conservación a largo plazo del patrimonio, tanto natural como cultural e intangible, que es la base de la oferta turística.

Socialmente responsable haciendo saber a las empresas que el rol que tienen como generadores de beneficios debe ser diferente; no podemos hoy pensar que el sector privado tiene la obligación de generar inversión y empleos, ya que no es suficiente; las empresas tienen la obligación (moral, pero también ya en algunos casos legal) de generar empleo de calidad, de abogar por tener mejores ambientes de trabajo, impulsar el bienestar económico y social de las poblaciones aledañas, luchar contra la desigualdad, e incluso crear valor compartido, es decir, que su propia operación contribuya a que los destinos turísticos aumenten su calidad en una visión conjunta.

Solidario, ya que es claro que las oportunidades que hay para integrarse en la actividad son diferentes entre los distintos actores que se involucran en la cadena de valor del turismo. Necesitamos abrir oportunidades para que el turismo genere desarrollo regional, apoye a grupos vulnerables tanto a desarrollar productos como a ser partícipes de la actividad, generar inversión de impacto en comunidades vulnerables, y lograr que con el turismo abatamos la pobreza extrema que tenemos en muchos sitios del país y del mundo.

Este cambio de visión, requiere un compromiso político firme, nuevas formas de ver y de impulsar la actividad, un involucramiento más a fondo del sector privado, un cambio de visión de las comunidades y una comunicación efectiva de los beneficios a todos los actores de la actividad.

Así, y solo así, entendiendo que las necesidades de este nuevo siglo son diferentes a las de hace 40 años, y actuando en consecuencia, podemos pensar que el turismo realmente sea el motor de desarrollo que siempre hemos querido que sea.