Día del Árbol

Una celebración verde es como la Comisión Nacional Forestal decidió titular el festejo...

|
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

Una celebración verde es como la Comisión Nacional Forestal (Conafor) decidió titular el festejo del Día del Árbol 2014 que se celebró la semana pasada y es que, por decreto presidencial de 1959, oficialmente en México se recuerda cada segundo jueves de julio el Día del Árbol, los cuales protegen los suelos al evitar la erosión, conservan la biodiversidad y el hábitat, producen oxígeno, captan agua, pero sobre todo aminoran el calentamiento del planeta, una actividad que me pone a pensar, sobre todo en fechas como las actuales, donde la temperatura del ambiente hace necesaria la reflexión, en sí deberíamos invertir más dinero en tener más flamboyanes que nos permitan más sombra, aunque nos den algo de lata.

A lo largo de las últimas fechas he escuchado cualquier cantidad de excusas por las que se deben tirar los árboles. Resulta ser que para algunos ciudadanos las ceibas o cualquier especie de árboles que tienen una altura considerable sirven como guarida de delincuentes, provocan que la banqueta se levante, están por arriba del cableado de energía eléctrica, están acabando con la cochera, terraza o techo de una casa, en fin. El caso es obtener un permiso para acabar con las raíces de una planta que además de echar hojas al suelo también permite una mejor temperatura a quienes lo rodean.

Hace algunos años, quizá en el siglo pasado, cuando participaba en los censos económicos y después de caminar -no tengo idea de cuántos kilómetros- nos detuvimos en la plaza de alguno de los poblados que visitamos y la idea del grupo fue refugiarse bajo el techo de lámina de una terraza para beber agua o refresco, mientras una chica que practicaba yoga me invitó a sentarme en las raíces de un gran árbol.

La primera diferencia fue el viento. Era una delicia y acabó con la sofocación que traía. Creo que en ese momento comenzó mi camino por la defensa de la vegetación desde la línea civil a la que pertenezco. Es decir: Soy una ciudadana que defiende la ecología para tener un planeta mejor, y menos calor.

Aunque la Conafor asegura en una infografía que México posee 138 millones de hectáreas de vegetación natural terrestre, que representan 70 por ciento de la extensión del territorio nacional, pareciera que, como el hielo en el Ártico, la velocidad con la que desaparece la vegetación en las zonas pobladas es increíble. Incluso quienes son responsables de la administración de la autoridad buscan las horas de la noche para desaparecer la vegetación que detiene el progreso.

¿Qué no sabrán que los árboles también son barreras contra el viento, que ayudan a quienes vivimos en zonas de huracanes, que dan sombra y mejoran el paisaje? Quizá no lo saben y habría que comunicárselos.

En la maravillosa red de redes encontré la declaración de una maravillosa escritora, Michele Moreno, que preguntaba a sus conocidos biólogos, políticos, ambientalistas y amantes de la botánica, entre otros, “si es un delito cortar los zapotes “chicleados”, y si no es un delito, ¿por qué no lo es? Esos árboles deberían de ser Patrimonio Cultural de Quintana Roo”, y tiene razón.

A lo mejor podríamos convencer a uno de nuestros legisladores que proponga una ley en que se respete la vida de una planta, aunque corremos el riesgo de provocar que una de esas legislaciones termine diciendo: “Esta normatividad hace inválidas todas las anteriores”, y las actividades agrícolas desaparezcan para siempre por un malentendido.

En fin. Sólo para reflexionar hay que pensar que los días para conmemorar alguna cuestión, que cada día son más, nos sirvan para reflexionar de la importancia de esa situación para con nuestra forma de vida. No es sólo adorno. ¡Qué Dios nos bendiga!

Lo más leído

skeleton





skeleton