Nada está escrito, de hecho, considero nuestra vida tan mágica como un libro en blanco, del cual somos autores mediante nuestras decisiones o, en otro caso, creo más en las “diosidencias” que en las coincidencias mismas.

Permíteme contarte una alegoría, ocurrió aquí en Yucatán hace muchos ayeres: se trata de un hacendado muy poderoso, amante de la cacería de venado y faisán. Como cada domingo, el opulento español,  junto con su caballo y un mestizo, “esclavo” de la hacienda, el cual cargaba las armas y  los animales sucumbidos, salió en búsqueda del gran venado cola blanca que acechaba sus tierras; al verlo, corrió tras de él, seguido por su peón, quien, al tener la vista apuntado a su objetivo, no se percató de las rieles del truck con las que tropezó.

Pero eso no fue todo, pues con el descuido se disparó la escopeta, con la cual le dio al hacendado en un dedo. Tan enojado se encontraba su “amo”, que con mucha ira y pese a las súplicas del mestizo, lo arrojó a un pozo que se encontraba perdido entre los henequenes.

El hacendado siguió tras su presa, pero cayó la noche y fue capturado por un grupo de rebeldes mayas que lo ataron a un chac-mol con esperanza de sacrificarlo para Kukulkán.

Sin embargo, no pasó mucho tiempo para que el hacendado fuera liberado y, al verse sin ataduras, corrió hacia el pozo, sacó al mestizo, lo abrazó y le dijo: -¡Gracias! Los mayas únicamente sacrifican a quienes están sanos y yo he perdido un dedo, si no me hubieras disparado me hubieran matado.

El peón, enjugándose las lágrimas, contestó: - Gracias a ti, porque si no me hubieras tirado al pozo nos habrían capturado a ambos… y yo sí estoy sano, me hubieran sacrificado. Todo pasa por una razón.