Educar en libertad

Con esperanza y fe los impulsaremos a nuestros hijos a superar sus propios errores y frustraciones compartiéndoles que “el sol siempre está detrás de los nubarrones”.

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Tus hijos no son tus hijos, son hijos e hijas  de la vida… puedes darles tu amor, pero no tus pensamientos, pues ellos tienen sus propios pensamientos.- Khalil Gibran, poeta 

Mucho se ha dicho que los hijos son “prestados” por un tiempo. No son propiedad de sus padres. Sin embargo, hay varias maneras de atraparlos y de truncarles su vida. Ej. Por miedos de los hijos (¿o de los padres?) se permite y a veces hasta se alienta a que duerman en el mismo cuarto y a veces hasta en la misma cama y pregunto: ¿cómo distinguirán estos niños entre ser hijos o ser compañeros de sus padres? ¿Qué papel hacen desempeñar estos padres a sus hijos?

Al decirle al hij@ que es el mejor/ la mejor y que “nadie te va a querer como yo, tu madre”,  se les programa para que ni piensen en casarse con “quién sabe quién”; o “¿cómo que te vas a casar? tan pronto ahora que terminaste tus estudios y te podemos disfrutar ¡no, no te vas a ir de nuevo!”. Cuando un hij@ se casa ¿se le pierde? o se gana otro hijo/hija y además la alegría de los nietos. 

También se dice: “Lo mejor para ti es que estudies la misma carrera que papá. ¡Ya tienes la mesa puesta! Aprovecha su experiencia, su prestigio ¡ya tienes todo para no batallar tanto!”  y, entonces ¿quién elige?... los logros son ¿propios o heredados? Al elegir carrera, hay que ser leal con uno mismo y no vivir una “lealtad” equivocada para que papá sienta  que “sus esfuerzos no han sido en vano”. Recordemos que “educar en libertad” implica permitir y apoyar a los hijos como personas únicas e irrepetibles y que así logren su realización. 

Para llevar esa maravillosa tarea a cabo, no los sobreprotegeremos y sí aceptaremos que piensen y sientan diferente a nosotros, sus padres.

A través de ellos veremos ese mundo nuevo por el que transitan y los animaremos a desarrollar sus potencialidades y talentos, exclusivamente suyos, y que aprendan a vivir asumiendo los riesgos inherentes al hecho de vivir con honestidad y respeto para sí y para otros.

Con esperanza y fe los impulsaremos a superar sus propios errores y frustraciones compartiéndoles que “el sol siempre está detrás de los nubarrones” y que valiente es quien aún con miedo afronta con arrojo la incertidumbre y los descalabros para lograr sus metas.

Con nuestra vida podrán conocer, amar y confiar en Dios que es amor, sólo amor y siempre amor, ya que fuimos creados para llevar a cabo la misión que Él nos ha encomendado: “Amaos los unos a los otros como yo los amo”.

¡Ánimo! hay que aprender a vivir!

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