El agua en nuestro futuro

Durante los cincuenta años que han transcurrido desde entonces poco o casi nada hemos hecho para evitar la permanente contaminación del acuífero.

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El titular de la edición del lunes de Milenio Novedades, “Eleva Yucatán 300% contagio de hepatitis A”, me hizo recordar el antecedente a principios de la década de los 60’s del siglo pasado, cuando una epidemia de paratifoidea impulsó a los médicos yucatecos a solicitar una mejora en la calidad del agua de consumo doméstico en nuestro Estado.

En aquél entonces el agua que bebíamos era agua de lluvia hervida, pero todas las necesidades de consumo adicionales (lavado de manos, aseo personal, lavado de ropa, platos, ollas y cubiertos, etc.) se resolvían con agua de pozo, las más de las veces extraída por las veletas que daban identidad a nuestro paisaje urbano.

La solución en aquel entonces, ya lo habíamos comentado, no fue eliminar la causa, que era la ausencia de un manejo adecuado de las aguas residuales domésticas, sino construir un sistema de agua potable que se abastecía de una batería de pozos ubicados aguas arriba del acuífero, lejos de la zona urbana, para protegerlos de la contaminación que todos seguiríamos inyectándole.

Durante los cincuenta años que han transcurrido desde entonces poco o casi nada hemos hecho para evitar la permanente contaminación del acuífero, en una ciudad que en este lapso más que triplicó su población, es decir, incrementó en más de un 300% el volumen de sus descargas de aguas contaminadas a la única fuente de abastecimiento de que disponemos. Este problema se ve acentuado por la persistente costumbre en amplios sectores de la zona metropolitana de Mérida del fecalismo al aire libre, que en temporada de lluvias se convierte en una fuente de contaminación de alto riesgo.  

¿Qué necesitamos? Contar, sin duda, con un órgano rector que regule todos los servicios de agua potable en el estado, que vigile su calidad y su seguridad, que haga un inventario completo y detallado del equipamiento de manejo de aguas residuales en cada vivienda, cada comercio, cada escuela, cada hospital, cada oficina de gobierno, en fin, de todos y cada uno los puntos de generación de aguas negras para diseñar un menú de soluciones viables y formalizar los mecanismos para su implementación.

Lo triste es que los yucatecos no tenemos conciencia de cómo contaminamos nuestra única fuente de agua dulce.

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