El arranque de Peña y los violentos de AMLO

Las que definió como órdenes presidenciales en materia de seguridad, educación, innovación tecnológica, transporte y otras, valen la pena ser exploradas y revisadas

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El día de la protesta de Enrique Peña Nieto quedará marcado, sin duda, como un arranque de gobierno echado para adelante, en que el nuevo Presidente de México se puso como tarea empujar cambios trascendentes para el país; pero también como una jornada en la que sus más acérrimos opositores mostraron que echarán mano de todos los recursos a su alcance para hacerlo fracasar.

Las que definió como órdenes presidenciales en materia de seguridad, educación, innovación tecnológica, transporte y otras, valen la pena ser exploradas y revisadas; su intención de sacar adelante las reformas energética, política y hacendaria deja en claro el nivel de su ambicioso plan de gobierno. De eso fueron testigos los mil 500 asistentes a su discurso inaugural en el Palacio Nacional y quienes siguieron su jornada de ascenso al poder a través de la televisión.

Pero afuera del Palacio Legislativo de San Lázaro y del Zócalo de la Ciudad de México, sus enemigos (que no opositores) se encargaron de organizar una serie de protestas que tenían, desde su gestación, la intención clara de convertirse en violentas expresiones de su descontento con el regreso del PRI a Los Pinos.

Por desgracia, la ofensiva de estos grupos radicalizados tuvo como resultado la semidestrucción del corredor que va de la glorieta del monumento a Cristóbal Colón, en Paseo de la Reforma, y toda la avenida Juárez hasta el Palacio de Bellas Artes en la Ciudad de México, así como varios lesionados graves y casi 70 detenidos.

Al final, consiguieron su objetivo, portales internacionales y agencias de noticias, al igual que canales de televisión nacionales, dedicaron amplios espacios a las refriegas de manifestantes que tenían como objetivo generar disturbios y confrontar a las fuerzas policiacas, como revelan diversas páginas de grupos radicales que orientaban en sus espacios a sus seguidores en diversas formas para romper los cercos de seguridad y agredir a los policías.

Horas después, se reveló la mano que se escondía detrás de estos zafarranchos, evidentemente planeados y provocados, cuando a través de las redes sociales los adictos a Andrés Manuel López Obrador esparcían falsas versiones sobre muertos en los enfrentamientos, y el propio líder de Morena declaraba a los medios que sus jóvenes huestes habían sido injustamente reprimidas por los granaderos y exigía, de entrada, la renuncia de Miguel Osorio Chong como secretario de Gobernación.

Podría ser distinto, pero desde el primer día del nuevo gobierno ya quedó claro que López Obrador escaló al siguiente nivel y que será la estrategia de violencia provocada-victimización la ruta por la cual pretenderá poner en jaque a Peña Nieto. Habrá que ver si le funciona la fórmula.
 

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