El arte de la negociación

Para negociar se necesita mente abierta, actitud generosa y flexible y nunca olvidar las necesidades propias.

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Con Inteligencia y respeto es posible infiltrar en otros, de forma eficaz, el propio criterio, sin imponerlo.- Javier Villahizán, escritor 

La negociación es indispensable para una convivencia sana y pacífica. Cuando dos personas unen sus vidas, se unen cualidades y “defectos”, ideas, creencias y valores. Es vital la aceptación, que implica comprensión, ante esta realidad ya que pueden no ser compartidas, sin embargo el respeto y la plática serán enriquecedores aportando un conocimiento más profundo de la pareja.

Negociar es tratar de conseguir lo mejor en un conflicto, en un asunto,  con respeto e inteligencia. Es importantísimo no imponer nuestras ideas sino hacer planteamientos que permitan acuerdos en los que no haya perdedor y que ambas partes tengan puntos a su favor y se sientan satisfechos con lo acordado. 

Para negociar se necesita mente abierta, actitud generosa y flexible y nunca olvidar las necesidades propias. Puede ser que el marido, después de una semana ajetreada y estresante, prefiera quedarse en casa a “holgazanear” y para su esposa la actividad y la vida social sean muy importantes: asistir a alguna fiesta por la noche y en los días del fin de semana salir en familia y con amigos a diversas actividades. Ninguno está equivocado, simplemente tienen necesidades diferentes, valiosas ambas. Con actitud abierta complementarán sus vidas si están dispuestos a ceder en algo cada uno. 

Es saludable tanto “algo de vida social” como disfrutar juntos el hogar. Esto, tan simple, muestra que las diferencias no son obstáculos sino oportunidades de crecimiento y  conocimiento mutuo. Debido a temperamento, educación y biología hay quien necesita dormir y descansar más de 8 horas el fin de semana para reponerse y entonces la persona estará más dispuesta y complaciente ya libre de estrés.    

En lo cotidiano hay que negociar muchos aspectos debido a las distintas necesidades de cada uno. Emplear la empatía, “saber y querer ponerse en el lugar del otro”, puede ser la solución; también puede ganar el ego, pero ojalá aceptemos que nunca seremos iguales aunque sí igualmente importantes en la relación. No es necesario cambiar gustos al convivir y compartir sino armonizar con flexibilidad, empatía y respeto. Vale la pena gozar con el gozo del otro y viceversa. Para lograrlo hay dos ingredientes: RECTA INTENCIÓN y BUENA VOLUNTAD. ¡Sí se puede! 

¡Ánimo! hay que aprender a vivir.

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