El berrinche de Carlos Vela

Es mejor que Guardado, que ha perdido algo de fuelle y carácter. Es incluso mejor que El Chicharito.

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Nunca me ha gustado aquello de que hay cosas que “solo pasan en México”. Me niego a aceptar que tengamos una capacidad excepcional para el absurdo. Pero hay veces que no queda de otra: en efecto, suceden cosas que simplemente resultan improbables en casi cualquier otra parte del mundo.

Pienso en un asunto quizá trivial pero ilustrativo de nuestra inaudita capacidad para encontrar complicaciones innecesarias. Carlos Vela es, sin duda, el mejor futbolista mexicano del momento.

Es mejor que Guardado, que ha perdido algo de fuelle y carácter. Es incluso mejor que El Chicharito, cuyo tremendo ímpetu, disciplina de trabajo y olfato esconden ciertas limitaciones. Vela, en cambio, lo tiene todo: en su mejor versión puede ser un extremo veloz, un táctico natural y un goleador preciso.

Después de años de brega, Vela finalmente ha encontrado su ritmo en la Real Sociedad de España. Pero resulta que el muchacho se niega a jugar en la selección nacional. Con sintaxis cantinflesca y acento español, Vela ha tratado de explicar sus razones. Yo todavía no las entiendo.

No hay justificación que valga para que un jugador de su calibre se ausente voluntariamente del equipo nacional de futbol. No imagino a Messi, el mejor del planeta, con un descaro similar. Hay quien dice que lo de Vela tiene historia y que el jugador se dice maltratado. Me importa un comino. Su berrinche es absurdo.

Pero también lo es que los directivos del futbol nacional no hayan podido hacer política como Dios manda para acabar con lo que sea que le molesta al jugador. La ausencia de Vela parece asumida como un hecho consumado.

Al berrinche del muchacho se le responde con el berrinche de sus mayores. La respuesta correcta es la mano firme. Pero no necesariamente la sanción o el castigo, sino la mano firme de la persuasión. Como en tantas otras áreas de nuestra vida pública, los que llevan las riendas del futbol tienen que hacer su trabajo.

En este caso, eso significa ir a España y limar asperezas con el mejor jugador que tenemos. Si hay que jalarle las orejas, adelante. Lo que no se puede es dejarlo al ahisevá, al pusyanimodo. En ningún otro país del mundo se le permitiría apartarse, porque sí, al mejor futbolista del equipo. Que no pase “solo en México”.

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