El carnaval: más que una fiesta

El carnaval es más que una fiesta, una válvula de escape social en tiempos de zozobra o un lucimiento de autoridades, como han pretendido minimizar algunas voces inconformes...

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El carnaval es más que una fiesta, una válvula de escape social en tiempos de zozobra o un lucimiento de autoridades, como han pretendido minimizar algunas voces inconformes.

Amerita exponer esa aparente contradicción, percibida en algunos municipios, ya que los actos multitudinarios con estas características también se prestan para propiciar un mejor ambiente y potenciar elementos que abonan a la identidad.

Hay otros objetivos subyacentes válidos y necesarios, como fomentar la unión y motivar el sano esparcimiento; por lo mismo, se presentan como una opción para todos, pues en ellos participan pioneros, avecindados, extranjeros y turistas, lo cual además dinamiza la economía local y nutre la oferta turística cultural en pleno desarrollo.

Algo mejor aún: en todos estos encuentros se están explotando temáticas familiares, tradicionales e incluyentes; porque provocan una alta participación ciudadana, que impulsa el desarrollo social; generan ganancias para productores, facilitando así las dinámicas económicas, y fortalecen la estrategia por hacer de la tradición una política pública permanente. En Cozumel, Perla Tun tiene una oportunidad para reivindicarse con los pobladores, e incluso con los quintanarroenses en general, dando el auge que merece el carnaval de mayor tradición en el estado. Si lo hace, y aun cuando ello no le garantice mayor presencia ni mejor prestigio, podría demostrar que su forma de hacer política no es del todo errónea.

En el Cancún de Remberto Estrada el festejo volvió al centro a petición del ciudadano, que reclamaba dos de las vertientes antes citadas: la pertenencia y la inclusión (como ocurría antaño), ya que en esta versión el Parque de las Palapas, así como los circuitos viales que confluyen en este centro cívico, recobrarán una sinergia favorable para otros grupos.

En Puerto Morelos, la presidenta Laura Fernández ha tenido una convivencia cercana con miles de habitantes en diversas actividades; cabe destacar, en tiempos en que los políticos rehúyen a encuentros por temor al reproche público, lo cual evidencia la aprobación a sus gestiones y las condiciones de seguridad de ese “reducto de paz”, como se le ha denominado a ese destino.

En Solidaridad, Cristina Torres va a tirar la casa por la ventana con una cartelera llamativa. Aunque eso no le garantiza el éxito rotundo, mueve a los habitantes de la periferia hacia el centro con una actividad gratuita y atrae a los visitantes a una diversión que les permite interactuar con los residentes, sin miedo a lo que pase en Playa del Carmen, recientemente golpeada por ataques a recintos nocturnos emblemáticos.

En Chetumal, Luis Torres debe pensar más en agradar a los agraviados con su plan de austeridad, ávidos por eventos gratos debido a la cancelación de otros y expectantes de que la ciudad puede lucir un rostro mejor. Aunque en Othón P. Blanco no esperen tanto como en Cozumel, su condición de capital le otorga un peso específico.

Con todo y sus “peros”, en estos momentos es vital la incorporación de todos los sectores, ya que hoy no es negocio de unos cuantos; es oportuna la demostración de que pueden llevarse a cabo eventos tan concurridos con saldo blanco en sitios antes abandonados, y es urgente dar difusión al testimonio fiel de que la cultura no está olvidada. 

Desorbitado

En redes sociales han proliferado falsas alertas y pululan los “sin criterio” que bromean con que deben llevar chalecos antibalas a los conciertos. Las alarmas no deben pesar más que las bondades ofrecidas por los carnavales. Lo dicho: se trata más que de una fiesta.

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