El consejo de Pepe

Ahora Pepe ve a la luna con nostalgia y por lo menos dos o tres veces pasea por la playa que antes no visitaba...

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Ahora Pepe ve a la luna con nostalgia y por lo menos dos o tres veces pasea por la playa que antes no visitaba en meses aunque vive a unos kilómetros. Camina y recuerda los años que ha vivido, los días en los que no pasó nada, o al menos no recuerda, aunque lo intente, para anotar algo en la lista que hace unos meses, desde que se enteró de su enfermedad mortal, se propuso hacer para escribir experiencias trascendentes de su andar en el planeta, pero el calendario retrospectivo no le da para mucho.

Su consejo, cuenta en la playa, es al que llega la mayoría de las personas: Dejar a unos ojos que ven y no observan, unos oídos que oyen pero no escuchan, hasta que pasa algo: Se te acabó el tiempo; y entonces viene el arrepentimiento que sólo logra transformarse en un consejo.

Y la historia lo repite: Todos de prisa para cumplir con obligaciones, con trabajos para sostener necesidades básicas y después la nada, o a veces los sueños que acompañan cuando el sol se oculta para seguir al día siguiente con las mismas rutinas que no marcan el calendario de vida de cada uno.

¿A cuántos no se les va por accidente cambiar el sueño por la costumbre? Por ejemplo, aquel que soñaba con ayudar a la sociedad y quiso hacerse político para ello y después terminó en hacerse de poder para existir, o aquel que estudiaba para ser abogado y se convirtió en defensor de la mejor ganancia económica posible.

La forma de las ciudades, como ésta en la que vive Pepe, quien ahora quiere ser recordado como José, es reflejo de esta eterna repetición de labores que no buscan más que continuar la rutina.

Hay hasta indicadores estadísticos de felicidad de las ciudades que ya tienen su mismo fallo, al no considerar si la respuesta de si son felices en la ciudad en que viven, pese a la violencia, inseguridad, falta de oportunidades y salarios que no sirven más que para matar el hambre, es una simple respuesta positiva igual de automática como muchos de sus empleos.

José se da cuenta de ello, pero tuvieron que pasar no años e injusticias y falta de condiciones, sino una enfermedad. Ahora quiere los años de regreso pero eso no pasará.

En hospitales esa es la reflexión común, y eso se aplica también a las ciudades, que de jóvenes son prometedoras y llenas de metas a alcanzar; pero si quienes las componen sólo siguen por inercia, si quienes las lideran no las guían, tendrá que pasar una enfermedad para que todos se den cuenta de lo que han dejado de hacer y que el tiempo no se regresa.

Identidad, llegan a decir muchos sobre Cancún, que le falta identidad, ¿no será que muchas personas no la tienen más que atorada en una neblina? Pepe, un habitante de esta ciudad, ya la encontró, pero tuvo que abrir la puerta que le dice: Ya fue…

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