El cuerdo loco

Destaca entre las figuras de lenguaje que le exigen trabajar más al cerebro el oxímoron, nombrecito bellamente extraño.

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Circula en Internet la noticia de que investigadores del Centro Vasco sobre la Cognición, Cerebro y Lenguaje en España han logrado medir la respuesta del cerebro a las figuras retóricas y literarias, que le exigen un mayor esfuerzo en la parte frontal izquierda relacionada con la actividad intelectual y tienen un efecto estimulante que mejora su desempeño. La investigación ayudará a tratar enfermedades neuronales relacionadas con la percepción. 

De esta manera, políticos, poetas y en general los evasores de entrevistas comprometedoras, al usar y abusar de estas figuras, se convierten en beneficiosos ayudantes para mantener el intelecto humano a todo su nivel.

A los políticos los dejo de lado, pues sus arengas y discursos muchas veces tienen que ser entendidos eliminando las metáforas, que son precisamente nuestro tema, para tratar de atrapar un contenido muy escondido o que tiene un grado de complejidad mayor que el de cualquier  literatura. Me centro, en cambio, en la importancia que este hallazgo tiene para la poesía, famosa entre tantas gentes por ser muchas veces incomprensible, casi siempre inútil y que encuentra ¡al fin! una justificación científica. Revés para los que desde la  misma poesía han pregonado su inutilidad, tal vez como resistencia a los intentos de afiliarla o avasallarla. 

Ya me veo en actitud adusta recitándole a mi madre –que conserva íntegras sus facultades mentales– un abstruso (precisamente oscuro e incomprensible) poema surrealista, exigiendo su plena atención, so pretexto de someterla a una gimnasia cerebral que prolongará su vida intelectual sin merma y sin titubeos.

Aunque me pregunto si la investigación fue en vasco, esa lengua rara y aislada que no comparte raíces con el tronco común de las lenguas indoeuropeas y que, por lo mismo, puede haber sesgado la investigación, pues no sería la retórica literaria sino la extrañeza de la lengua lo que provocaría el esfuerzo mental adicional. 

Destaca entre las figuras de lenguaje que le exigen trabajar más al cerebro  el oxímoron, nombrecito bellamente extraño, que según la Real Academia es la combinación de dos palabras o expresiones de significado opuesto, como “silencio atronador”, “monstruo hermoso”, “batalla pacífica”, “muerto viviente” y muchísimas más de gran utilidad para remarcar lo que se dice o exhibir el absurdo. Las listas son interminables y sabrosas. 

Propongo, para comenzar el entrenamiento, el soneto 79 de Lope de Vega: “Sosiega un poco, airado temeroso, / humilde vencedor, niño gigante, / cobarde matador, firme inconstante, / traidor leal, rendido victorioso. / Déjame en paz, pacífico furioso, / villano hidalgo, tímido arrogante, / cuerdo loco, filósofo ignorante, / ciego lince, seguro cauteloso. / Ama si eres Amor, que si procuras / descubrir, con sospechas y recelos / en mi adorado sol nieblas escuras, / en vano me lastimas con desvelos. / Trate nuestra amistad, verdades puras: / no te encubras, Amor, si quieres celos”.

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